De la serie: «Los jueves, paella»
El PSOE ya tiene candidato para la alcaldía de Madrid. Bueno, yo diría más bien que lo que tiene es un kamikaze que se ha presentado voluntario para la incineración a lo bonzo. Me entran ahora diarreas de risa al recordar a Zap I El Anodino y a su Sancho Panza en versión «Vogue», la vicepresidentísima, pidiendo tranquilidad a las masas tras el fiasco de Bono y prometiéndoles por la gloria de Pablo Iglesias que al final habría un candidato competitivo, puesto ahí para ganar. Ahí va, la leche… El difunto don Pablo tiene un motivo adicional -en mi personal imaginario- para arrearles a sus -presuntos- descendientes políticos otra buena tanda de puntapiés en las posaderas.
Al señor este, Miguel Sebastián, lo conocen en su casa a la hora de comer y ese es muy mal rollo, el peor, para presentarse a unas elecciones. Se dirá que el barcelonés heredero Hereu tampoco era muy conocido más allá del cuerpo de guardia del Ayuntamiento y ahí lo tienes. Pero lo del Hereu se ha tramado con más finura y, además, tiene más ventajas de partida. Más finura porque no lo han hecho solamente candidato sino, además, alcalde; tiene unos meses para irse haciendo una famita. Unos meses en los que podrá adjudicar a propio mérito todo aquello que vaya bien (que nunca será mucho, según está la cosa) y clamar por la herencia cuando se produzca algún estropicio; hay que recordar que eso de la herencia, entre unas cosas y otras, viene siendo recurrente -y de éxito- desde hace más de treinta años. Pero la verdadera ventaja de Hereu está en los otros: la fidelidad asegurada de los de ERC y los de IU, a los que Clos tuvo la rara habilidad de poner a chupar del bote cuando aún no eran estrictamente necesarios (pero sí se veía venir que tarde o temprano lo iban a ser) y la deprimente mediocridad (por no usar términos más duros y, en definitiva, más apropiados) de los de CiU y del PP. Yo, es que creo que si solamente cogiera con dos dedos una papeleta de cualquiera esos dos, me saldría urticaria (lo malo es que con la de los de antes, también; pero por otras razones). Por tanto, para bien o para mal de los ciudadanos, Hereu lo tiene bastante guisadito.
A Miguel Sebastián le pasa todo lo contrario. A lo mejor es un señor brillante (lo dudo: es asesor de Zap) pero en los meses que faltan de aquí a la primavera no veo yo que pueda adjudicarse nada destacado por más que los asesores de imagen se masturben las meninges para vender ese picatoste desgarbado. Encima, el contrincante es de dos mil megatones: Ruiz Gallardón, uno de los valores más cotizados del PP (sector cabeza amueblada) y su nada improbable alternativa de futuro, calcinado ya para siempre el malogrado Rajoy, tan pronto el previsible revolcón electoral de las próximas generales obligue al sector racional del partido a poner a la perrera a ladrar en la COPE para ganarse las habichuelas o, en su defecto, se monte el follón interno que cabe esperar. Además, Gallardón cae simpático, en general, a los madrileños; es más: resulta casi más simpatico (o sin el casi) a mucha gente del PSOE que a los sectores caninos de su propio partido, que no disimulan la inquina que sienten hacia él. Pero sin él… Madrid podría perderse y eso para los pepes sería un palo insufrible. Y más sin el Gobierno central y con la Comunidad de Madrid nada amarrada. Perder las tres joyas de la corona de las Españas es inaceptable para cualquier partido que quiera seguir teniendo alguna oportunidad de salir de la oposición.
Madrid, Madrid, Madrid…
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Y cambio sin cambiar, como santa Teresa, que vivía sin vivir en ella…
Todos estos meneos en el PSOE me dan que pensar… Siempre he pensado, por ejemplo, que Zap tiene un cociente intelectual -y una formación ídem- más bien tirando a lamentable. No hay más que oirlo hablar: en una generación política que no destaca precisamente ni por su oratoria ni por su erudición, él llama la atención sobre todos los demás por su alto grado de esas carencias. Sus discursos -vacuos, balbuceantes…- no son sino un amontonamiento bastante triste de lugares comunes, de hablar sin decir nada. Y de falta de ideas, of course.
¿Cómo es, pues, posible que alguien así esté ahí? ¿Cómo es posible que un apparatchik, apenas válido, en condiciones normales de presión y temperatura, como asesor -o como comisario político- de un carguito medianejo haya llegado a la cumbre de la gobernación española? Pues yo nunca he creído en la casualidad, pero habré de rendirme a la evidencia: la historia de Zapatero ha sido un constante estar en el lugar oportuno en el momento exacto, pero no gracias a su habilidad sino a un pasar por allí en aquel momento, camino de ni se sabe. Así llegó a la Secretaría General del PSOE: tras la retirada de Felipe y los fiascos de Almunia y de Borrell, los barones se estaban peleando como gatos y el partido corría un serio peligro de explosión. Y allí estaba él. Si nos seguimos peleando, esto se hunde del todo; pongamos pues a uno que ni chicha ni limoná para que vaya gestionando el día a día mientras nosotros arreglamos nuestros asuntos en el sótano y… ¡hombre! ¡mira quién viene por ahí!
Sus primeras elecciones, las de 2004 hubieran debido ser, en el orden natural de las cosas, un varapalo. Quizá no muy fuerte, no sé, pero era una derrota cantada. Sin embargo jugó en su favor un factor crucial -la inmensa, antipática, insoportable e injustificada soberbia de José María Aznar- que se manifestó en dos ocasiones que tocaron el punto sensible de la ciudadanía: el desprecio olímpico e inaudito hacia un pueblo que le pidió masivamente el rechazo a la guerra de Irak y, por supuesto, a la intervención española, al que respondió con la foto de las Azores; la segunda, el colmo, el indisimulado entusiasmo con que la cúpula del PP acogió el atentado del 11-M viendo en él el regalo de una mayoría absoluta que tenían, hasta ese mismo día, más perdida que ganada (no así las elecciones, ojo) y su subsiguiente metedura de pata atribuyéndoselo a ETA, si bien no fue esto lo peor, puesto que la estupidez más grande, la dirimente, fue empecinarse con la autoría de ETA cuando estaba claro que había sido cosa de moros. Y allí estaba Zapatero, sin comerlo ni beberlo -yo creo que hasta le tuvieron que dar un codazo: venga, hombre, levántate, joder, que es la tuya- pero allí: en el punto exacto, en el momento preciso. Luego, la perrera, en su desesperación, aparte del empecinamiento ridículo sobre la trama etarra y todo el amasijo de toxinas y de mierda que está amontonando desde hace dos años y medio, ha llegado a insinuar incluso que el atentado fue cosa del PSOE; otro día hablaremos de eso, cuando tanto ladrido los reduzca a una oposición numéricamente más menguada aún que la actual. Pero en aquel momento, el PP mete el remo hasta las orejas y allí estaba él.
Desde entonces, ya ni la suerte le ha hecho falta a Zap: ya está, de forma permanente, en el lugar preciso y en todo momento, mientras los que fácilmente podrían darle un baldeo se dedican a aullar y también a pelearse como gatos (quizá como perros, en este caso). Se les nota menos que a los barones del PSOE, pero así están también las cosas en la casa de la derecha. Si Zap no mete la pata escandalosamente, como hizo su antecesor (y ojo con la negociación con ETA, que por ahí le puede venir la cosa al menor tropezón) o el PP no rectifica, no da un giro de 180º a su forma de hacer -llamémosle- política, sépase: Zap ya está, con larga anticipación, colocado en el momento exacto y ahí seguirá -porque de ahí no se mueve- en el momento oportuno.
¿Qué será del PSOE si hay Zap hasta el 2011? No lo sé. El PSOE no me preocupa lo más mínimo. Si ese fuera todo el problema, me sentaría en una mecedora con un vasito del amigo Jack en la mano y me dispondría a disfrutar del espectáculo (que va a ser prestoso). Pero el problema no es el PSOE, que lo zurzan, el problema es que en ese carro vamos también todos los españoles, con nuestro trabajo, nuestras casas, nuestros hijos y nuestro futuro. Futuro cada vez más negro porque el de nuestros hijos, al paso que vamos, no parece pasar por casas, ni por trabajo, ni por hijos… ni por futuro.
Apañados estamos.
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¡Ah, collons! Lo que son las lenguas ¿eh? Si se habla de realitat nacional, así, en catalán, se pone el gremio del toro coñaquero hecho una fiera, se rasga las vestiduras clamando por la inminente ruptura de la unidad de España e impetrando la intervención divina y, así como de paso, casi la de la Legión, para que corrijan ambos, a estacazos si es posible, el desaguisado constitutivo de tan alta traición, de tamaño despropósito histórico y de tal aberración política, económica y social.
Pero si se habla de realidá nasioná, ele la grasia, entonces el PP se da besos a tornillo con el PSOE y todos juntos y en unión bailan por sevillanas y por soleares mientras el toro etílico sigue pastando tranquilamente en dehesas imperiales, matando pausadamente moscas con el rabo y sin alterarse para nada. Uno mira al otro lado del zoológico, o sea, a la perrera, y tampoco acusa recibo, que nada, que tranquilos, que en otro lado ya dicen que España es una y no cincuenta y una y que viva la Constitución y la Blanca Paloma.
Pese a llevar más de cincuenta y un años en este lamentable país, no salgo de mi asombro cada vez que compruebo palpablemente lo vigente que está la ley del embudo, oye, que pasan generaciones y pasan siglos y no se olvida. Como la negociación con ETA: toda la perrera poniendo a parir a Zap que -como siempre- habla mucho pero sin decir nada, y mientras tanto, los presos etarras siguen encerrados y lejos; aparte, los jueces siguen procesando y condenando a etarras y batasunos un día sí y al otro también. Pese a todo, Zap es un traidor a la patria, a las víctimas y a no sé qué más. La perrera -y las víctimas, que ya parecen las tías aquellas de la Plaza de Mayo- parecen sufrir un ataque de amnesia aguda y no recuerdan que Aznar negoció con -en propias palabras- el Frente de Liberación Nacional Vasco (hay que joderse, oirle eso a un presidente del Gobierno español) y sí acercó etarras a prisiones del País Vasco.
Alucino por un tubo, de verdad…
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Bueno, pues nada, jueves preelectoral, a la espera de ver qué pasa aquí, que, sea lo que sea, no será nada bueno, ya lo veréis.
Próximo jueves, 2 de noviembre, día de Difuntos, festividad y ambiente adecuados para comentar las resultas de los comicios del día anterior (y de los bebicios de la noche precedente, la de la tradicionalísima castañada, me cago en halloween y en la puta madre de quien lo inventó), o sea que aquí estaremos para echar los correspondientes -y prácticamente seguros- sapos y culebras… o cagados de pánico ante lo que se nos viene encima como -también- parece previsible.
Como decía la asistenta de Rigoberto Picaporte: «Que no le pase ná, señorito».