De la serie: Correo ordinario
Ha llegado el momento de afrontar un análisis que me resulta temible; temible porque las verdades -las subjetivas verdades de uno- a veces ofenden y me jorobaría mucho ofender a amigos, a compañeros, a gente que se está dejando la piel por los derechos de todos; pero las cosas hay que decirlas -y debatirlas, por supuesto, nadie pide adhesión inquebrantable- porque, si no, no se avanza. Me estoy refiriendo a la singladura electoral de Pirates de Catalunya (PIRATA.CAT) en las elecciones autonómicas catalanas y a sus resultados.
Se han obtenido, como es sabido, seis mil y pico de votos. En una visión positiva, podemos decir que son más votos de los que ha obtenido un partido que en Madrid tiene representación parlamentaria, como la desdichada UPyD de Rosa Díez; en una versión negativa, constatamos que el CORI de ese esperpento de difícil clasificación, ha obtenido más votos, no muchos más (unos quinientos y algo, si no me traiciona la memoria), pero más.
¿Estamos ante un éxito o ante un fracaso?
Hay razones para verlo de las dos maneras: una campaña tardía y con medios verdaderamente paupérrimos (la pobreza es el impuesto obligado por la independencia), a cargo de un partido cuya existencia oficial no fue tal hasta poquísimas semanas antes de los comicios -abocados ya prácticamente a la campaña electoral- podría otorgar un valor importante al hecho de que más de seis mil personas -que, una por una, resulta que son unas cuantas, aunque su peso electoral sea insignificante- hayan decidido votar Pirata y rechazar otras opciones más normales; pero también puede ponerse de relieve el hecho de que, aunque se pinte de fucsia, seis mil votos constituyen una nimiedad y un resultado absolutamente irrelevante a cualquier efecto, vamos a utilizar palabras blandas para no echar vitriolo sobre carnes abiertas.
Yo, la verdad, me inclino un poco por la versión que apunta al fracaso. Una cosa es no haber conseguido un escaño, que todos sabemos que era dificilísimo hasta la práctica imposibilidad (recordemos que, además, Pirata ha sido sistemáticamente ninguneado en los medios de comunicación, pero después iremos a eso) y otra un resultado tan paupérrimo. Con cincuenta mil votos, tampoco se hubiera conseguido un escaño pero, indudablemente, la valoración hubiera habido de ser muy distinta. Radicalmente distinta, porque cincuenta mil votos, aún sin diputado, nos hubieran llevado a una más que justificable euforia, sobre todo por el futuro, ciertamente brillante, que un resultado así hubiera augurado.
¿Qué ha pasado, pues?
Para empezar, se ha hecho una mala campaña. Y estoy pensando en Internet, no en la calle (en la que no cabía esperar ver nada… pese a que, aquí y allá, algo se ha visto, según me han dicho). La verdad es que ya vamos mal si un partido que lleva la Red en su ADN, no sabe manejarse en ella con eficiencia y lo cierto es que su campaña digital ha tenido la soltura de un tendero novato que ha hecho un cursillo. Montar una página web y esperar a que el personal venga a ver, no parece ser la forma más moderna de vehiculizarse en Internet, a punto de comenzar la segunda década del siglo XXI.
Más allá de un usuario de Twitter y otro de Facebook, de unos cuantos -más bien pocos- forofos en esos medios y la ayuda -al alimón, sin coordinación ni guía previa alguna- de unos cuantos bloggers -alguno, ciertamente, de prestigio, como Sánchez Almeida- la campaña en Internet ha sido completamente plana. No ha habido presencia Pirata o, cuando menos, la presencia que cabía esperar de ese ADN internauta. Dicho de otro modo: no se ha sabido gestionar -hasta donde es gestionable, ojo- el efecto viral, que es la fuerza de la red. ¿Ha habido algún sabotaje por parte de páginas o entidades líderes? No se ha denunciado tal cosa. En páginas importantes no ha habido, efectivamente, presencia Pirata o no la ha habido apenas: ¿boicot de sus propietarios o falta de habilidad Pirata?
También ha habido deficiencias en el mensaje y en su expresión. Por ejemplo, la respuesta salomónica elegida para contestar a la pregunta (¿qué haréis en temas ajenos a ese vector específico?) ha sido, a mi modo de ver, una respuesta torpe, indefinida e insuficiente. Responder que se actuará de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos es una futesa y una obviedad, entre otras cosas porque lo dispuesto por dicha declaración es, en España, ley de obligado cumplimiento en su mayor parte. Pero es que, además, lo normal en el día a día de la cotidianidad política es que todas las propuestas que se formulen en un determinado tema, aún contrapuestas, sean todas acordes con la normativa de derechos humanos, no faltaría más. Es que no puede ser de otra manera. Es como si, al preguntarle a alguien por el tipo de vehículo que utilizará al desplazarse por una autopista, respondiera: «en un vehículo a motor». Nos ha jodido, claro que en un vehículo a motor: es que no puede ser de otro tipo. Pero, siendo todos ellos vehículos a motor, no es lo mismo un turismo, que una moto, que un camión o que un autocar.
Ni siquiera ha habido una clara definición en el mensaje específico. Es verdad que en su página web colgaron un programa a base de unos cuantos puntos, pero eso se me antoja insuficiente: cuando se es un partido serio y se pretende un voto serio, hay que redactar una propuesta amplia que recoja todas las posibilidades programáticas, más allá de vehículos a motor y de promover el conocimiento libre. A la Asociación de Internautas, por ejemplo, le basta y sobra con oponerse, sin más, al canon digital; las alternativas para compensar a los autores no son cosa nuestra. Sí que lo son, en cambio para un partido político. Un partido político no puede permitirse el lujo de decirle «no» al canon: tiene que formular alternativas, alternativas concretas y específicas que puedan ser debatidas en su pormenor y ante las cuales el ciudadano pueda optar, con pleno conocimiento de causa, por aceptarlas o no. Desde un «no», sin más, pueden cometerse verdaderas atrocidades, como, por ejemplo, suprimir el derecho de copia privada. Ya sé -sabemos- que Pirata jamás nos haría esa barbaridad, pero nunca hay que dar nada por supuesto: el mensaje debe ser claro, inequívoco y detallado.
Cuando uno se presenta a unas elecciones, entra en un juego que tiene reglas específicas hay que estar a ellas o, de lo contrario, el elector pasa factura. El factor de seriedad de un partido se mide por la especificidad y la sólida estructura de su mensaje; una opción electoral no consiste en cuatro berridos en un mitin: el mitin tiene su lugar, pero un programa ampliamente expuesto es necesario como guía de debates y como forma de explicar lo que se quiere y lo que va a hacer.
La gente acude a votar pensando en sus problemas y va a votar a quien cree que realmente va a solucionárselos -o, bueno, cuando menos, a no empeorárselos- no a quien dé más gritos, por más que esos gritos le resulten gratos. A la hora de poner un plato en la mesa a los hijos, las consignas no son más que ruido y lo que cuenta es la sustancia que hay en el puchero. Si hay Pirata en próximas elecciones será absolutamente imprescindible que tenga esto muy en cuenta, si no quiere volver a tener apenas unos pocos milillos de votos.
En otro orden de cosas, la presencia de Pirata fuera de la Red ha sido nula, muy inferior aún a la de la propia Red, que ya hemos visto que no ha sido precisamente una alegría. Ahí la culpa no ha sido del partido. Está claro que, sin medios materiales, no se está en la calle, por más imaginación que se le eche. Si a la falta de medios económicos se añade el claro ninguneo a que Pirata ha sido sometido por los medios de comunicación, ninguneo que se parapeta tras un sistema que sólo concede derechos a los partidos con representación parlamentaria, ya tenemos el cuadro completo. De todos modos, este ninguneo era más que previsible: los medios de comunicación viven de la explotación de la propiedad intelectual y, lógicamente, no van a darle cancha a quien pretende comprometer muy seriamente su pingüe -aunque decadente y moribundo- negocio. Pirata ya debió haber contado con eso y la queja, en su caso, es aceptable a fuer de formularia, pero no como pretensión real de enmienda al respecto.
¿Tiene, pues, futuro la alternativa Pirata?
Yo creo que puede tener su lugar en el espacio, sobre todo mientras la chusma política profesional esté más pendiente de los intereses de los lobbys que de los de los ciudadanos, eso está claro. Mi voto a un partido univectorial -tipología política que siempre he criticado y siempre criticaré- se explica solamente por esta vía y me imagino que algunos votos más -no puedo saber si muchos o pocos- también tendrán que ver con eso. La razón de ser de un Pirata sólo puede residir en un PSOE, un PP, un CiU o cualquiera de los demás, sirviendo ciegamente a los intereses de una industria -incluso, a veces, como en el caso del software, a los de una sola marca- ciscándose en los intereses y las necesidades de los propios ciudadanos y del país.
Así las cosas, y siendo la materia objeto del vector único pirateril una materia crucial para el desarrollo tecnológico y económico -ergo también social- de España en su conjunto y de cada una de sus regiones y ciudades, creo que Pirata debe perseverar porque es necesario, porque está llamado a remediar o, cuando menos, paliar, las brutalidades que los politicastros están cometiendo con la ciudadanía.
Pero hay que mejorar resultados. Más allá de que se consigan escaños o concejalías, hay que mejorar resultados. Cincuenta mil votos en Catalunya -que, repito, no hubieran dado para un escaño- hubieran levantado una nube de miedo en el enemigo y quizá algunos atentados contra las libertades cívicas hubieran podido paliarse al menos un poco, con ese simple hecho, sin más. Que es realmente el valor que hay que perseguir: lograr un diputado es un sueño -quizá al alcance en un futuro- pero una buena demostración de fuerza puede ser suficiente para conseguir que los Olcese y demás hierbas se metan la lengua en el culo y se vean obligados a templar gaitas.
Hay dos oportunidades más: una dentro de seis meses y otra dentro de poco más de un año (o quizá menos o mucho menos, si Toxo no se había fumado nada el viernes pasado). Creo que se puede llegar a esas cifras que produzcan escalofríos a los malos, pero hay que trabajar mucho, y trabajar, además, con seriedad y con rigor. Y cuidar más la imagen. Hay que dejar un poco al margen la rasta -no totalmente, sólo un poco- y lograr un espacio de identificación familiar en ese imaginario Pirata; hay que asociarse correctamente con la sustancia del puchero a que antes he aludido para que el padre de familia vea a Pirata como una opción. Mucho trabajo y de mucha calidad para el que queda poco tiempo, sobre todo si contemplamos la enormidad del desafío local y autonómico de la próxima primavera.
Es también necesario gestionar mucho mejor la Red, hay que contar con los gurús de la misma (haciendo las reverencias necesarias e inevitables para engrasar su ego) y hay que divulgar un mensaje, claro, inteligible y completo que pueda ser asumido por un padre de familia preocupado por su futuro y por el de sus hijos, que pueda ser reenviado exponencialmente (el efecto viral que decía) sin que nadie se avergüence de hacerlo.
Porque no hay más cera que la que arde.