Archivo mensual: enero 2011

Ser o no ser

De la serie: Correo ordinario

Lo más divertido es que a la chusma esa se le ve el plumero a las primeras de cambio. Ahora se han lanzado a lo que parece una operación para desactivar la palabra internauta. Y las preguntas retóricas y los comentarios recurrentes se suceden: ¿a quién representan estos internautas?, ¿cuántos son estos de la Asociación de Internautas? o eso tan divertido de todos somos internautas, que a veces parece dicho en el mismo tono de aquel «yo también soy adúltera», que tuvo tanto significado en su momento -y tanto representó, además- pero que, fuera de su contexto y aplicado a cualquier cosa, resulta hasta patético.

También es divertido constatar que cuanto más intentan despreciarnos más nos están haciendo, en realidad, el caldo gordo. Peor para ellos y mejor para nosotros.

Porque, además, aunque lo consiguieran, aunque lograran efectivamente deshacerse de la Asociación de Internautas -ya lo han intentado por varios procedimientos y, de momento, aquí estamos- ¿creen realmente que se les acabaría el problema? ¿Creen realmente que habrían acabado con el movimiento internauta (internauta de verdad)? Pues no. Es tarde, amiguetes. A estas horas, ya la habéis cagado: el movimiento internauta -con Asociación o sin Asociación- es, en estos momentos, tan amplio que incluso sin nosotros seguirá adelante como si nada. Ya os lo dije hace no muchos días: si la Asociación de Internautas desapareciera, desaparecería una referencia histórica en la Red, y desaparecería un grupo bien organizado y sumamente cohesionado -por eso resulta tan difícil de hacer desaparecer-, pero, a estas alturas, vuestros dolores de cabeza no menguarían lo más mínimo. Quedan en la Red española individualidades y grupos suficientes para que vuestro consumo de aspirina no sólo no disminuya sino que vaya in crescendo.

Por otra parte, esta historia de las representatividades cae por su peso: el asunto no es a quién representa la AI (está claro que, en términos formales, a sus socios y a nadie más) sino la adhesión que suscita entre todos los internautas lo que dice o lo que hace. Que a veces es más y a veces es menos, como es lógico. El viernes, en TV3 puse el ejemplo de un club de fútbol, concretamente el Barcelona. Por más que Cuní, el presentador, dijera que no es lo mismo, ya lo creo que es lo mismo. Y me preguntaba ¿es el Barcelona -vale decir el Madrid, el Betis o el Deportivo, da igual, cada cual en sus proporciones- sus ciento y poco pico mil socios o es, por el contrario, los centenares y centenares y centenares de miles de seguidores y la ola de entusiasmo que suscita entre éstos? O, si nos vamos a otro ámbito: ¿y los sindicatos? Los sindicatos representan -por fuerza e imperio de la ley- a todos los trabajadores; y, es más: todo lo que firman los sindicatos vincula forzosamente a todos los trabajadores, que hemos de pasar por los convenios que ellos firman y por los acuerdos con la clase política que ellos suscriben. Y, sin embargo… ¿cuántos trabajadores estamos sindicalmente afiliados? La proporción da verdadera risa. Y ahí los tienes.

Y si nos ponemos a hablar de representatividades, podríamos hablar de las de las propias entidades de gestión. Empecemos por nuestra querida $GAE: tiene casi cien mil afiliados, según sus propios órganos de dirección (y yo no lo dudo, ojo). ¿Todos estos afiliados se sienten representados por la $GAE? ¿Todos estarían afiliados a la $GAE si tuvieran la posibilidad -que no la tienen- de afliarse a otra sociedad o, simplemente de no afiliarse? (la posibilidad de no afiliarse es legalmente posible pero realmente impracticable, de esto ya se ha hablado muchas veces). ¿Cuál es la representatividad de los acuerdos que se adoptan en la asamblea de la $GAE, cuando sabemos que de esos casi -o poco más de- cien mil socios, sólo pueden votar cuatro mil y aún estos no tienen voto igual (los votos tienen un valor que va de 1 a 4, según los ingresos, ventas o cosa parecida)? ¿Esto es representatividad? Yo lo dudo. He conocido a algunos autores afiliados a la $GAE, y según muchos de ellos, eso de la representatividad vamos a dejarlo estar. Es más: he encontrado a algunos que incluso defienden el canon por lo que, según ellos, se hace con él (mutualidad y no sé qué más) pero que son frontalmente críticos con la política de Teddy Bautista. Por lo demás, mutualidades las tienen muchos colegios profesionales y no vienen a meterme la mano a mí en el bolillo.

También podemos hablar de colectivos que carecen no de representatividad, sino de representantes, precisamente, porque los politicastros afectos a la industria del entretenimiento les impiden toda posibilidad. Al ser las entidades de gestión un numerus clausus -un monopolio, como efectivamente ha constatado la Comisión Nacional de la Competencia-, resulta que, por ejemplo, los autores de contenidos divulgados bajo licencia libre no tenemos más defensa que los escasos recursos que nos permite el asociacionismo privado y, así, tenemos que contemplar indefensos cómo se nos plagia brutal, constante e impunemente. Pero se ve que nosotros no somos creadores y no tenemos derechos.

En definitiva -y como no se le oculta a nadie- es un problema de pasta. Por eso decimos tantas veces, y es verdad, que nuestra guerra no es contra los autores sino contra la industria. Lo que ocurre es que los autores a los que se les da voz suelen ser representativos… de la industria. Nunca aparecen en los periódicos tantos y tantos autores que las están pasando canutas no por la piratería (ya les gustaría aprácticamente todos ellos de que hubiera ocasión de que los piratearan) sino por los abusos de la industria y por la indiferencia -cuando no el abuso también- de la sociedad de gestión de turno. No sé qué pazguato decía el otro día que por causa de la piratería había autores cantando en el metro. Eso es: están cantando en el metro por culpa de la descarga masiva de sus discos. Y es que hay que oir cada cosa…

Que, bueno, que sí, que vale, que, como decimos choteándonos en nuestras listas, no semos naide. Po fueno, po fale, po malegro, como decía aquel. Nosotros vamos a seguir ahí, al pie del cañón, continuando con nuestra lucha, codo con codo con decenas de comunidades en Red y con miles y miles de activistas individuales. Si Caco Senante o la Sinde son también internautas o si caben o no en un taxi, nos trae al completo fresco. Vamos a seguir ahí, representando a quien representemos y haciendo lo que hemos venido haciendo toda nustra vida social: seguir luchando por una Internet libre, seguir luchando por una Internet para todos, seguir luchando por los derechos civiles en la Red y seguir luchando en definitiva, para que España no pierda -y está muy cerca de ello- el tren de la tecnología.

Y en ello, aunque os repatee y os atragante la vesícula, representamos a muchos, a muchísimos, ciudadanos.

Jodeos.

Intervención en TV3

De la serie: Anuncios y varios

Bueno, pues aquí tenéis mi intervención de este mediodía en TV3 (Televisió de Catalunya) en el programa Els matins. En catalán, evidentemente. Si alguien sabe cómo subtitular un archivo de estos y tiene humor y ganas, por mí, estupendo.

http://www.tv3.cat/ria/players/3ac/evp/Main.swf

Por cierto: el próximo lunes, 31, vuelvo a intervenir en TV3, esta vez en un programa de debate de los que habitualmente son en plan sine ira et studio, con Ignasi Labastida, coordinador del proyecto Creative Commons en España y con Arcadi Espada. A las 23:30 en Àgora. Si no os llega TV3 a casa, podéis seguirlo en Internet.

Alejandro… magno

De la nueva serie: No, si ya…

Hace unos días, anteayer, decía en esta misma bitácora, refiriéndome a la fastuosa decision de Álex de la Iglesia: «lo veré mucho más claro cuando esa dimisión sea efectiva, porque a mí, con el relente que sufrimos, me cuesta pensar que, de aquí a allá, no vayan a convencerlo, hombre, Álex, con la falta que le haces al mundo del cine, no te cabrees, caramba, no te dejes llevar por un berrinche, no te dejes influir por los pendejos electrónicos. No olvido que, después de su encuentro de la conciliación con los internautas, estuvo en una cena siniestra de contenidos terroríficos, que hubiera sido absolutamente secreta de no haber habido, a la hora de repartir invitaciones, una confusión entre un padre y un hijo que le salió ideológicamente rana y que, aterrorizado, pió lo sucedido en el aquelarre. Y luego vuelta a tuitear comprensión y buen rollito. A Álex de la Iglesia lo pongo en el anaquel de la duda».

En este par de días, me veía, por una parte acomplejado (vaya cagada de juicio, macho, te la vas a tener que envainar doblada y todo) porque, claro, toda la puta Internet meando colonia: Dans, Nación Red, y un laaaaaaaargo long tail de entusiastas (a la mayoría de los cuales respeto muchísimo, empezando por los citados, pero que la han cagado tanto como temí por unas horas haberla cagado yo) que no paraban de cantarle aleluyas al genio dialogante que bla, bla, bla, bla.

Pues ahí lo tienes.

Mirad: cuando uno dimite, dimite. Me voy. Adiós. Cuando uno no quiere dimitir hasta una determinada fecha, hasta que suceda un acontecimiento -sea previsto o indeterminable- simplemente se calla, sigue en lo suyo y dimite cuando ese acontecimiento se ha producido. Cuando uno dimite a diferido, es como cuando uno acepta letras (hace veinte años que estoy en la función pública y no sé si aún existen): ya veremos si a su vencimiento se pagan o no. Lo que ha hecho nuestro Álex, el De la Iglesia que hasta hace cuatro días era martillo de herejes hasta que se cayó del caballo, es, o propio de gente poco seria o propio de submarinos.

Y aunque hace años -quizá tanto como quince- que no meto un pie en el mar (ese mejunje infecto de plomo, mercurio y mierda), detecto a los submarinos mejor que una fragata. Y este era uno de los medianejos. Uno de los buenos, visto lo visto y lo fácil que le ha sido al interfecto, nos hubiera metido el síndrome de Estocolmo hasta en las transaminasas.

No basta con Twitter. Hay que ser, además y sobre todo, perro viejo.

Primarias, cajas y conciertos

De la serie: Los jueves, paella

Resulta difícil escribir una paella en una semana marcada por la Ley Biden-Sinde y la traición pepera que la ha resucitado en el Senado. Semana marcada por este tema no solamente en la Red, sino también en los medios de comunicación. Llevo, eso, toda la semana, requerido por diversas cadenas de radio para intervenir siquiera telefónicamente (presencialmente no me es fácil, trabajando…), mañana a media mañana acudo a TV3, al programa matutino estrella -«Els Matins»- y el lunes vuelvo otra vez a la emidora autonómica a su principal y más sesudo programa de debate, «Àgora», donde, según me han dicho, tendré enfrente a Arcadi Espada y como compañero a Ignasi Labastida.

A pesar de todo, estos días han dado para más cosas, pero en algunas de las más importantes, los acontecimientos sociopolíticos van ligados a su vez a la Red, como los acontecimientos de Túnez, Egipto y ahora mismo, hoy mismo, Yemen, acontecimientos en los que las redes sociales -que ya han sido cerradas en el país del Nilo- han adquirido un protagonismo especial (aunque parece que en Túnez ha predominado el teléfono móvil. Así, si escribo sobre eso, no sé si hacerlo en la paella o en un correo ordinario… Aunque, evidentemente, en uno u otro habré de hacerlo.

En fin, vamos allá con lo que tenemos…

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Estamos a tres semanas de las primarias sociatas en Barcelona. A partir de ahora, los rifirrafes entre Hereu y Tura, aunque enmarcados en el buen rollo formal y obligatorio de la disciplina de mierda de partido, van a ir in crescendo. La curiosidad en el seguimiento del asunto, no implica que los ciudadanos comunes tengamos voto (voz, sí, claro): sólo tendrán este derecho los pisacharcos con carnet (y supongo que al día de cuotas) encuadrados en la sucursal local barcelonesa de la cosa. Podrían, de paso, aprovechar para meditar sobre el hecho de que con listas electorales abiertas, no tendrían este problema: bastaría ponerlos a los dos y que después el ciudadano ventee el boli rojo, pero estos no están para meditar sino para el comedero, como hemos visto esta semana. Pretender meditación de los mierdas de la política es como pretender que un abeto dé melones.

Por otra parte, las listas abiertas no son tampoco ninguna solución, por la sencilla razón de que la gente no las usaría: la pereza y la ignorancia, tan propias de la raza, no son las premisas más adecuadas para un sistema de listas abiertas, que precisa del conocimiento, de la reflexión, de la atención…

Realmente, tengo mucha curiosidad por conocer cómo van a reaccionar los tíos estos del carnet. Si los medios no mienten, engañan o intoxican -que eso siempre hay que tenerlo presente- parecería que la horda local barcelonesa es férreamente partidaria de Hereu (lo que dice mucho, y muy mal, de la horda local barcelonesa); pero los barandas de Nicaragua (calle de) quieren a la Tura, por razones muy fundadas: dando por descontada la derrota electoral, Tura podría hacerla menos espectacular, más discreta; mientras que la inquina que los ciudadanos le tenemos a Hereu roza, en términos coloquiales, por supuesto, lo homicida. Esto, además de quererlo así la beautiful, también lo ven -si no son imbéciles del todo, cosa que cabe no descartar- los del carnet local, así que tienen ante sí una disyuntiva la mar de divertida. Yo, valleinclanescamente, me recreo en ese sufrimiento, qué quieres que te diga.

La curiosidad, por lo demás, se acrecienta con el desapasionamiento. Si Hereu vence en las primarias, ya le daremos caña en las de verdad; y si pierde, podremos carcajearnos unas semanas antes. Porque, claro, la opción de votar sociata está cerrada a piedra y lodo en lo que a mí se refiere, y espero que de una inmensa mayoría de los barceloneses quepa decir lo propio.

En lo que a mí -y espero que a muchos- respecta, asumiendo que mi voto no irá, de ninguna manera, ni al PSC (y no sólo por Hereu), ni a CiU, ni al PP, me queda por decidir a quién voto. Pirata, si se presenta, queda ahí como opción desesperada, pero no la más deseable (no, siempre que encuentre a alguien con cara y ojos). Ciutadans, descartado: ya no toca los cojones, luego ya no sirve. Para votar a los de la Rosa Díez, Democracia y no sé qué, tampoco: minoritario y todo lo que se quiera, pero un partido como todos los demás, o sea que el día que toque, votará Ley Biden-Sinde, y me importa tres cojones que lo nieguen abriéndose las venas; nada, un perfecto asco. Iniciativa y toda la peña de la rasta de parvulario, ni soñarlo, que a estos les hemos aguantado las gilipolleces durante siete años en la Generalitat y durante una eternidad en el achuntamén y así tenemos el Raval convertido en Ravalpindi, entre otras gracias retrecheras de los graciosos estos. O sea que me queda la legión de micropartidos -en los que va Pirata-, la abstención o el chorizo en el sobre. El voto en blanco siempre me ha parecido una mariconada, lo siento.

Bueno, pues con Pirata por omisión, de aquí a allá ya decidiremos.

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Se acaban las cajas de ahorro. O prácticamente. Este es otro tema que me trae un tanto confuso: no sé si alegrarme o cabrearme (con una marcada tendencia al cabreo por omisión: nada que proceda de la tocinada al mando puede producirme alegría alguna).

Por una parte, las cajas de ahorro fueron -otrora, que quede claro: otrora– instituciones muy queridas por los ciudadanos, sobre todo por las clases económicamente medias y bajas, y más en las épocas en que no existía la Seguridad Social y la única cobertura que le quedaba a uno para la vejez, a base de capitalizar el ahorrito nuestro de cada día, el centimet. Abuelos y padres ilusionados corrían a abrirle al niño la cartilla cuando el mamoncete apenas había tenido tiempo siquiera de echar la primera papilla. Yo fui uno de ellos, pertenezco probablemente a la penúltima generación de libreta paterna o abueleril. Mis hijas también tuvieron las suyas respectivas, pero se las abrió Caprabo, con la coña marinera aquella de Benvingut, nadó! («Bienvenido, bebé»). El signo de los tiempos. Parece que sabe como mal, que todo este entrañable patrimonio de la llibreteta, tan catalán como aquello de la caseta i l’hortet que el Avi Macià decía querer para todos los catalanes, se haya ido al guano, aunque en realidad, ya hace mucho tiempo que no existe, al menos como costumbre generalizada. Y la casita y el huertecito acabaron convirtiéndose en un chalet en una urbanización ilegal, pero eso no fue culpa de Macià sino de Franco. Bueno, batallitas aparte.

Siguiendo en clave positiva -pero ya algo menos-, está el asunto de la obra social, a la que tenían que dedicar la cuarta parte de sus beneficios. Bueno, en eso de la obra social hay de todo y por parte de todos: cosas socialmente interesantes y cosas que, bajo la apariencia de ser socialmente interesantes, esconden intereses económicos por otro lado, beneficios fiscales cuidadosamente diseñados y no me extrañaría que, en más de un caso, corrupción (luego veremos el porqué de la sospecha). Todo lo cual hace pensar que buena parte de esa obra social -es decir, la parte más económicamente rentable- seguirá existiendo. No debemos olvidar que muchos bancos tienen también fundaciones que dedican a las más maravillosas obras del beneficio fiscal y tal vez del otro: arte, becas universitarias y demás. Es probable, sin embargo, que iniciativas como la rehabilitación de drogadictos o la reinserción de delincuentes poniéndolos a trabajar, por ejemplo, en la cosa de la silvicultura, se pierdan por esta vía, aunque esta vía nunca debió ser tal, sino de iniciativa cien por cien pública. Pero, en fin, corren malos tiempos para todos, también, obviamente, para ex-drogadictos y ex-presidiarios.

Veámoslo de otra manera: ¿alguna vez los ciudadanos hemos conseguido de las cajas en los últimos años -excluyo ofertas puntuales de esta de aquí o de la otra de allá- algún beneficio de intención social o de cualquier otra naturaleza, que no nos haya ofrecido también un banco? Cuando las cosas nos han venido mal dadas… ¿hemos obtenido compasión alguna de la caja de ahorros de turno? Me pregunto si los miles y miles de familias a los que las cajas han despojado de su vivienda, los han puesto en la puta calle y pretenden, encima, seguir cobrando la hipoteca (o que vayan cayendo los intereses de mora), han tenido, en su desgracia, más facilidades por el hecho de ser una caja el acreedor, alguna oportunidad que no hubieran podido obtener de un banco. No sé a vosotros, estimados lectores, pero lo que es a mí, ni así. Tengo mi nómina domiciliada en un banco desde hace cuatro o cinco años y no noto diferencia alguna. De verdad: ninguna.

Y aún más allá: las cajas han constituido tradicionalmente un vector de poder para los mierdas de politicuchos en el ámbito regional y local. En algunos casos -en el de las grandes- también en ámbito nacional. Cabe no olvidar que Caja Madrid es la clave del poder en el PP (y por eso Rajoy aún sobrevive: de otra forma, hace ya tiempo que se lo hubiera zampado la lideresa); lo mismo cabe decir de Camps y la CAM y, hombre, qué vamos a contar de la Caixa y [el partido en el poder en] la Generalitat. Las cajas han sido el tradicional canal del despilfarro electoral y no hay partido que no les deba millonadas, deudas generosa y ubérrimamente perdonadas o prorrogadas sine die. Cosa que seguramente seguirá existiendo cuando sean bancos, pero en ese caso, al no haber políticos en el consejo de administración, es posible que las deudas sean de… otro tipo (además del económico, claro). Mal, igualmente, para los ciudadanos, desde luego. ¿Peor? No creo. Por lo demás, no olvidemos que mientras desde los partidos nacionalistas se ha empujado a los catalanes al odio contra Madrid por causa de los peajes de las autopistas, la Caixa -más nacional y catalana que Jaume el Conqueridor- era -es- la dueña de todas esas autopistas. Bramábamos -bramaban- contra Madrid y nosotros vivíamos -vivimos- en Sierra Morena. Manda huevos.

En resumidas cuentas, no me gustan los bancos. Es que nada. Y, desde luego, la operación de las cajas no responde a otra cosa que a la voracidad de los bancos, que apetecían la mitad del ahorro español depositado en ellas. No es otra cosa que eso. Que eso y que Zapatilla, ya sabes, es así de servicial con el que manda. Sentado cuando pasa la bandera, pero luego a cuatro patas corriendo raudo hacia el pilón. Sin embargo, más allá de un par de sentimentalismos como los del segundo párrafo de esta entradilla, la verdad, me siento incapaz de llorar por ellas.

Habrá quien lo haga y tendrá su razón, pero no seré yo.

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Como había que hacer ruido, no fuera que la gente se cabreara por el pensionazo (que, por cierto, se ha consumado hoy con la enculada que era previsible a los dos grandes tomadores, digo, sindicatos), pues bueno, se fueron haciendo fuegos artificiales. Y uno de los buenos -aparte de la Ley Biden-Sinde, pero ese era un morlaco desgradable e imprevisto- es tomarla con las autonomías. Así, los sociatas emprendieron su pequeña y miserable LOAPA de la señorita Pepis, diciendo que esto del Estado de las autonomías sale muy caro, hay mucho despilfarro y hay que pararlo en seco.

Resulta muy curioso, para empezar, que esto de las autonomías sale muy caro, pero las únicas autonomías que no despilfarran, que tienen el déficit bastante bajo control, resultan ser las que gozan de concierto económico. Vaya, hombre.

Y, naturalmente, Mas se cabreó. Con su razón de un cierto volumen añadido: los de la rasta, se dedicaron no solamente a saquear el erario público durante siete años sino que, encima, camuflaron el botín, de modo que cuando los de ahora, los recién llegados, empezaron a abrir cajones, no sólo se los encontraron vacíos -con eso ya contaban, era un secreto a voces- sino que uno de los cajones sí que estaba lleno a rebosar, pese a ser de los más grandes: el de facturas pendientes de pago. Y el monto de las facturas, horroriza.

Pues a la gentuza de Zap no se le ocurre otra cosa que decir, ah, se siente, como el déficit de Catalunya es mayor que el declarado (y ellos lo sabían, dicho sea de paso, pero ayudaban a su cómplice a ocultarlo) y se pasa de los límites, no vais a poder emitir bonos de deuda pública.

Total, una risa. Y una estupidez supina. Vamos a ver: tal y como parece que está la tesorería de la Generalitat, queda tela para pagar dos meses de sueldos; después, nada, cero patatero. Ahora imagínate tú que una administración como la de la Generalitat de Catalunya suspende pagos. Aparte de que al índice IBEX iba a haber que ir a recogerlo con una tuneladora, Zapatilla y sus secuaces no colocaban bonos del Estado español ni retribuyéndolos al 15 por 100. Pero… ¿de qué van esos so gilipollas?

Naturalmente, ya ha aparecido la ministra de la cosa templando gaitas, bueno, si la Generalitat se porta bien y nos trae unos papeles con cara y ojos, venga, va, le dejaremos emitir deuda (sobre todo para que no insista más en los 1.000 millones de los fondos de competitividad que le debemos).

Estas son las consecuencias del café para todos del triste Suárez, café para todos que, al parecer, es lo único sagrado de la transición para aquellos que ven en la transición el origen de todos los males. Con lo fácil que hubiera sido dar autonomía solamente al País Vasco y a Catalunya, bien, a lo sumo, a Galicia y a Andalucía, darles a cada cual su concierto económico y aquí paz y después gloria, porque las demás regiones ni quisieron ni pidieron la autonomía. Pasó como con las transferencias de Sanidad, que algunas autonomías exigieron mantenerse en el régimen clasico de gestión estatal, pese a lo cual hubieron de tragarse la gestión sanitaria a la fuerza. Por más que pasen los años, las realidades acaban subiendo al escenario. El ejempo del País Vasco es, probablemente, de buena gestión -cosa que no hemos tenido aquí últimamente-, pero los resultados de esa buena gestión sólo han podido ser posibles gracias a su especial régimen económico.

¿Cuánto habremos de luchar en Catalunya por el concierto? ¿Habrá que politizar y nacionalizar una cuestión que es puramente económica? Si en Madrid lo quieren así, así será. Como reivindicación política, lo único que hay entre lo de ahora y la independencia es el concierto económico, así que si nos obligan a plantear el concierto como una guerra nacional corren el severo riesgo de que se convierta en una guerra de la independencia con muchos más visos de seriedad de la que ahora parece que tendría (la independencia, salvo cuatro iluminados, no se la cree nadie: pero eso no tiene por qué ser un statu quo perpetuo, las cosas evolucionan y lo que hoy es una tontería, mañana…).

Así que, nada, que vayan haciendo el tonto, que vayan.

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Bueno, pues a pesar de todos los pesares, he conseguido que este jueves haya también paella, de forma que cerramos gloriosa y arroceramente el mes de enero. El próximo jueves será 3 de febrero. Febrero es uno de los meses más aburridos del año, pero tiene una cosa agradable: en cómputo mensual, es el mes que tiene los días mejor pagados. Bueno, al menos para los que aún tenemos la suerte de cobrar a fin de mes. Que cada vez vamos siendo menos y estamos empezando a ser realmente pocos. Ay, ay, ay.

Hasta ese próximo jueves de febrero, a ver qué peripecias nos habrá traído la semana. Que, previsiblemente, van a ser muchas. Ay, ay, ay.

Hasta aquí deberíamos haber llegado

De la serie: Correo ordinario

A medida que van pasando las horas del día, y cuanto más voy meditando sobre lo que sucedió ayer por la tarde, menos me importa la Ley Biden-Sinde y más me preocupa lo que vaya a pasar en el futuro. La Ley Biden-Sinde no ha sido, en realidad, más que entreabrir una puerta; pero entreabrir una puerta es dejarla franca, desprotegida, ya no hay cerrojo, proclama el todo vale. Se ha declarado la caza del internauta. Quien lo dude, al tiempo.

Cuantas más vueltas le doy, más vital me parece pasar a los políticos corruptos una factura crecida, una factura que les duela lacerantemente, una factura que jamás vayan a olvidar. No importa ya la Ley Biden-Sinde, ya está hecha, consumata est. Aunque aún quedan dos trámites parlamentarios, no nos hagamos ilusiones: son eso, meros trámites. En un mes pasará por el Senado como una bala y volverá a ir al Congreso, donde su aprobación será aún más formularia. Pero ese no importa no debe ser la despreocupación por conformismo, por abandono, por capitulación, no debe ser puro menfoutisme. Eso es lo que hemos hecho siempre que nos han atizado un palo y así nos luce el pelo: Ley de Propiedad Intelectual, LSSI, LISI, Ley Biden-Sinde… Y espera a la modificación del canon y a la nueva Ley de Propiedad Intelectual que nos aguarda el día que se decidan a acometer la reforma de la actual; sin contar con que, más que evidentemente, a plazo medio, quizá corto, quedaremos retratados en el Código penal. Ellos sí que se han habituado al todo gratis y la noche es joven, otra copa, adelante. No basta resistir antes: hay que dar caña después. Para ejemplo y escarmiento.

Los políticos nos han declarado la guerra. Sí, son tan miserables y alcantarillescos que no dudan en declarar la guerra a sus propios ciudadanos. Es un curioso hábito de este país: los políticos declaran la guerra a quienes les votan, los cantachifles injurian a grandes voces -amplificadas por la prensa y radio del Movimiento, «El País», la SER…- a quienes compran sus discos y acuden a sus conciertos, las productoras acusan de ladrones a quienes pasan por la taquilla de la sala o por la registradora de los grandes almacenes cuando compran un DVD. Es un hábito menos curioso si tenemos en cuenta que, pese a ello, los traicionados siguen votando y los ofendidos siguen comprando, así que… ¿por qué privarse? Tú me das de comer pero eres un ladrón (sic), un terrorista (sic), un cagón (sic) y no sé cuántas cosas más. Así da gusto: se permiten tratar a sus clientes como si ellos fuesen la mismísima Telefónica.

Tenemos que romper de una vez. Porque podemos. Pero, sobre todo, porque debemos. Debemos por nosotros, por nuestra dignidad. Y debemos porque detrás de nosotros vienen nuestros hijos. Les hemos hipotecado el estado social que heredamos de nuestros padres (y por lo mismo: por pereza y por cobardía)… ¿y vamos a fumarnos también (y por lo mismo: por pereza y por cobardía) su futuro, un futuro que sólo puede pasar por una Nación situada en puestos de cabeza tecnológicos?

Voy, quizá, a hacer el ridículo. Desde esta pobre e insignificante bitácora voy a hacer un llamamiento. Un llamamiento a todos los agentes de la Red: asociaciones (esta, aquella y la de más allá: todas); y a personas individuales que han alcanzado, de un modo u otro, un liderazgo en la Red. Pero eso sí es importante: a todos.

Tenemos que olvidar nuestras ansias por prevalecer, por representar, por ser más que el otro, por tener más seguidores en Tweeter o por tener una bitácora más considerada en Alexa. Estamos todos en un mismo barco que va a la deriva cañoneado a placer por el enemigo. Y tenemos una gran ventaja: es un barco que no tiene -porque no necesita- capitanes ni grumetes. En él, todos somos marineros y punto. Pero si el barco se hunde, iremos todos a remar como galeotes en las naves del enemigo y allí, sí, encadenados a los remos, alcanzaremos la igualdad más absoluta… en la miseria. Y ya tienen preparados los remos y las cadenas. Sin embargo, tenemos energías y sinergias como para hacer lo que queramos, para imponer nuestras exigencias como ciudadanos, para cambiar verdaderamente las cosas.

Yo os llamo a todos a un gran acuerdo. Yo os llamo a todos, líderes en Red, a que nos guiéis en una lucha por la libertad como posiblemente antes nunca se vio en la historia (y sabéis que no exagero… si queréis). Yo os llamo a todos para que pongáis en marcha vuestra imaginación -que es amplia, fértil e inagotable- y designéis objetivos, que penséis de qué manera podemos dañar a los traidores, de qué manera podemos quebrantar a los políticos que ayer nos apuñalaron alevosamente. Que penséis, entre todos, dónde les puede doler más. Y que lo hagáis coordinadamente, casi diría hermanadamente. Que abandonéis ideologías más allá de vuestro fuero íntimo: ellos no tienen ideología. Ellos son los cipayos de la embajada americana o de la Warner Brothers o de cualquiera de estas. Incluso son cipayos de mindundis de baja estofa simplemente enriquecidos sin otro mérito que la habilidad de los publicistas de las compañías que los promocionan; que ya es ser cipayo. No hay derechas ni izquierdas. En la España de hoy (y, según me temo, en la Europa de hoy) sólo hay ciudadanos y políticos. Ciudadanos que ansiamos la libertad y que la hemos encontrado -en una mínima pero refrescante porción- en la Red; y políticos corruptos que sólo piensan en medrar sirviendo a cualquiera menos a los ciudadanos que los sentamos en el comedero y cuyo único afán es que ese estado de cosas no cambie.

Y cuando lo hayáis decidido, os pido que penséis en los medios. Los medios en Red, en ella tenemos nuestra fuerza. Sin olvidar la calle -ya habrá quien la dinamice y, además, la calle puede ser un efecto secundario si las cosas se hacen bien y con ganas-, pero fundamentalmente en Red, que es nuestro ámbito, nuestro territorio, donde somos fuertes, donde los ciudadanos somos, verdaderamente, los amos. Y no hace falta que se trate de una sola opción. Puede haber varias. Pero opciones buenas e imaginativas. Dejad tranquilos los votos y las elecciones; eso, en todo caso, al final

Cuando hayáis hecho todo esto, vamos a ponernos todos a trabajar. Cada cual en su ámbito, en su terreno, en sus posibilidades. Sin jerarquía, sin disciplina, si que quiere, pero con la voluntad firme e inalterable de llegar al objetivo.

Tenemos poco más de un año de tiempo. Pero eso no quiere decir que debamos estar un año en modo ensoñación. Eso quiere decir que en un año podemos reducirlos al pánico, podemos mostrarles quién es el verdadero amo. Eso quiere decir que debemos ponernos a trabajar desde ahora mismo, aunque sea en pequeña escala, pero todos a una: por más blanda que sea el agua, el goteo constante produce efectos devastadores sobre la piedra. Gutta cavat lapidem non vi sed saepe cadendo.

La que hicieron ayer por la tarde no debe olvidarse. Debe estar ahí presente, con machacona, cansina, insistencia. Cualquier cosa que hagan o digan los cipayos debe ser puesta inmediatamente en relación con la Ley Biden-Sinde; siempre, siempre, siempre, incansablemente: nuestro aburrimiento será su agobio y su desesperación.

Debemos acosarlos incesantemente en la Red. Abuchearlos en Twitter, en Facebook, en todas las redes sociales, en todos los foros, en todas las intervenciones digitales. Condenarlos al ostracismo digital. Liquidarlos socialmente, como se hizo con el tal Ramoncín. Que se revuelquen en el fango de sus parlamentos: fuera de ellos, el oprobio, la vergüenza, la imprecación. Hay que conseguir que incluso el militante de base se avergüence de que se sepa públicamente que lo es. No importa el partido, esto es esencial: da igual del PSOE que del PP, de CiU que de PNV. De momento, de estos. Los otros ya tomarán nota, ya.

Poner de relieve sus pifias, sus ignorancias y sus barbaridades (no es nada difícil) en nuestras bitácoras y publicaciones -en todas ellas-, en un acoso constante de denigración y de desprecio.

Y cuando, después de un intenso año así, de zapa incesante, cuando llegue el momento electoral, ya sugerirán nuestros líderes (los de verdad, políticos de mierda, los que adquieren esta categoría por puro carisma, por puro mérito, no porque los haya puesto ahí ninguna maquinaria corrupta de partido) qué opciones tenemos los ciudadanos (o ya las decidiremos los ciudadanos por nosotros mismos: serán, probablemente, más que evidentes). Y los ciudadanos actuaremos en consecuencia.

La bronca en Red que hay hoy, debe ser una constante. No debe acallarse. Debe prolongarse durante semanas, meses… Debemos liarla tan gorda que incluso los medios convencionales no puedan ignorarla. Debemos llamar la atención de la mismísima Europa (y no sería la primera vez que lo hemos conseguido, ojo).

Si lo hacemos así, lo conseguiremos con toda seguridad. Pero necesitamos vuestra guía, vuestro liderazgo. Necesitamos que olvidéis vuestras diferencias. Necesitamos que nos déis el ejemplo de lo que es y de lo que puede seguir siendo la Red. Porque si, en resumidas cuentas, vosotros, nuestros líderes, os comportáis con la misma mierdosidad que nuestros políticos, entonces, sí, entonces estamos perdidos.

Y el país, también.