Archivo mensual: diciembre 2008

Un mal año

De la serie: Correo ordinario

Anochecido ya el día 30 de diciembre, está claro que esta va a ser mi última entrada del año 2008. Si mañana tengo algún rato que pueda dedicar a la bitácora, lo entregaré, sin duda alguna, a la paella que verá la luz -en su caso- el primer día de 2009. Cierro, por tanto, el año incordiante de 2008 y -es tan recurrente como inevitable- habrá que hacer un resumen.

Hace pocos días, Víctor Domingo se dirigía a los socios de la AI a través de la lista de correo de la entidad, pidiéndonos que le chiváramos hitos positivos del año 2008, en términos, se comprende, de tecnología, red y demás, de cara a preparar un buen artículo-compendio para la página web de la Asociación. No pudimos. No todos los socios -ni la mayoría- estamos en la lista, puesto que la suscripción no es automática e inherente con la afiliación, sino que hay que solicitarla expresamente, pero sumamos en ella unos cuantos centenares. Pues lo dicho: salvo pequeñas anécdotas, salvo pequeños acontecimientos de tercera o cuarta fila, indignos de figurar en una recopilación de fin de año, lo cierto es que no encontramos nada merecedor de mayor mención. Se entiende, a nivel español (aunque tampoco fuera de nuestro ámbito socio-político puede hablarse de grandes acontecimientos: que si el crecimiento de las redes sociales -que está por ver en qué acaba-, que si los netbook y la nube, que si Fedora y Ubuntu… nada, pequeñas boñigas, caca de cabra en un erial).

No quisiera pecar de apocalíptico, pero esto me parece grave. Me parece grave si tenemos en cuenta que atendiendo a su potencial social, político, económico y, sobre todo, tecnológico, Internet está en sus balbuceos y que, incluso desde perspectivas muy conservadoras, cabría esperar en el corto plazo avances tan espectaculares que la dificultad de un resumen como el pretendido por Víctor debería residir en seleccionar entre tanto y no en buscar entre la nada. Y, sin embargo, damas, caballeros y militares sin graduación, el 2008 ha sido posiblemente el año más anodino desde que la red está al alcance del ciudadano común. Pongamos que de los últimos doce o catorce años. Pongamos que desde siempre. ¿Se ha muerto, pues, la red?

No. Yo creo que es evidente que no. Pero 2008 ha sido un año muy difícil, muy difícil en todos los órdenes. El orden económico -trascendental- se derrumbó moralmente desde los mismísimos principios del año que ahora despedimos y de todas las maneras desde su primavera, desde que la crisis, la tan manida y por algunos obstinadamente negada -al principio- crisis dejó de ser un rumor, una mera actitud, para plasmarse en unas cifras que meten miedo. Y lo que te rondaré, según parece. Obviamente, en este clima los primeros que cascan son los emprendedores (al menos hasta que el subsidio de desempleo va llegando a su fin) y la red es emprendeduría pura (con perdón por el palabro).

Pero hay algo más que eso y yo diría que mucho más que eso. Las oportunidades que la red ofrece son tan enormes, tan amplias, tan inabarcables, que parece un poco dificil de creer que una crisis, por profunda que sea, detenga al pelotón de los valientes que saben ver muchísimo dinero, grandes fortunas, en cualquier rincón, aunque sea vendiendo o fabricando los candeleros en que los capones ponen, gimiendo llorosos, sus velas a Santa Rita.

El problema, creo yo, está en el propio terreno de juego. Yo creo que 2008 ha sido el año en que la red se ha visto convertida en un barrizal, un año en que los agentes externos, los zombies supervivientes de los modelos obsoletos del siglo XX (y no siempre de finales del siglo XX) han logrado meter miedo a los usuarios de la red. Y esto rompe con las reglas. Un emprendedor valiente puede intentar un negocio de reparaciones de emergencia a pie de carretera basado en vehículos bien equipados circulando por las autopistas, confiando en la calidad y competitividad de su servicio, aún cuando el uso de las autopistas haya descendido en un 30 por 100. Pero, por más emprendedor que se sea, el negocio es imposible bajo la amenaza de cerrar la autopista si no se subvenciona largamente a los concesionarios cómodamente instalados en su negocio de siempre sin otra cosa que hacer que esperar a que las grúas les traigan a los usuarios.

La ciudadanía -y ahora cambiamos de plano, pero no de problema- aún no comprende lo que esto significa. La ciudadanía ha sido condicionada para temer a la red y, en consecuencia, la ciudadanía aplaude muchas de las agresiones que se le propinan a la red y a sus dinámicas, ignorante de la cuerda que se está poniendo en el cuello a sí misma. Los ciudadanos en red, encima, sobre ser aún minoritarios -una gran lacra de este país- somos acomodaticios, vagos, y, en esa molicie, creemos que la propia y simple dinámica de la red, más algunos eventuales pelotazos mediáticos fuera de ella, serán suficientes. No lo son. Los internautas -todos, no sólo los socios de la AI- tenemos que mentalizarnos de que, sin perjuicio de interactuar en red, hemos de salir a la calle, porque las decisiones se están tomando mirando a la calle y no a la red. Y la calle está desierta.

Internet es un plato de difícil digestión -puede comprenderse- para los que van a morir de ella: los políticos, que pierden el control de la organización del consentimiento; los empresarios, a los que la red rompe sus esquemas industriales y comerciales clásicos y tienen pánico al cambio; los sindicatos, por lo mismo que los políticos; los de la cultureta, por lo mismo que los empresarios; los medios de comunicación de papel, televisivos y radiofónicos, por lo mismo que todos los demás. Es muy difícil que consigan matar la red, pero si una posibilidad tienen es nuestro convencimiento de que la red puede con ellos sola, como si fuese intrínsecamente una promesa divina insoslayable. Y no. Cometieron un error muy grave despreciando el juguetito de los geeks y han caído en la cuenta ahora, cuando los daños son muy graves, cuando la red ya es irreversible como fenómeno, cuando ya no hay vuelta atrás; pero, ya que no pueden romper la baraja, pueden hacerse con la banca: lo están intentando y lo están consiguiendo.

Esta victoria -de momento, parcial- es, a mi modo de ver, lo que verdaderamente ha caracterizado el año 2008: el principio del fin del dominio de la red por los ciudadanos. Para mí, esto es diáfano. Ahora hay que contemplar 2009 como el año de una de estas tres posibilidades: o bien el fin definitivo de la ciudadanía en red, o bien, sin llegar a tanto, una ampliación de lo sucedido en el 2008… o bien el año en que se demuestra que lo del 2008 fue una pequeña punta hacia abajo.

En nuestras manos está. Repito: en nuestras manos. Que nadie se quede balanceándose en la mecedora del porche mascando pétalos de margarita creyendo que las dinámicas de la red lo arreglarán todo por sí solas. De eso nada: la red no funciona por sí sola. Nunca ha funcionado por sí sola. La red la hemos hecho los ciudadanos y sólo los ciudadanos la hemos llevado a lo que es ahora, en lo bueno y en lo malo. Si renunciamos a seguir edificándola, otros vendrán a convertir lo que hasta hoy fue casa común en su bunker particular. Exclusivo y, sobre todo, excluyente. La red, Internet, no tiene un dios protector que la preservará del enemigo y de nuestra propia ineptitud.

La red será -lo ha sido siempre- de quien la coja.

A atar bien los machos el 2009

Palmo más o palmo menos

De la serie: Pequeños bocaditos

Hace más años de lo que me apetece recordar, «La Trinca» cantaba una canción titulada «No ve d’un pam» (en catalán), cuya versión en castellano recibió el estúpido nombre de «Las hermanas Sisters» (sólo la canción: imagen estática). La primera estrofa de la canción en cuestión -versión castellana- dice así:

Llevan colgando los hombres
un cilindrín, un cilindrín,
que dicen que es para darnos
gustirrinín, gustirrinín.
Ellos presumen que un palmo
es la media nacional
pero que no den la talla
es lo más habitual

Me ha venido a recordar esta canción, concretamente en eso del palmo que es la media nacional, otra ya ilustre media nacional: el millón. El millón de manifestantes, el millón de barrigudos calzoncilleros que recibe a los analfabetos triunfantes, el millón de católicos que van a una misa… ¡Ahí! Quedémonos ahí.

Ayer, el cardenal Rouco organizó su kermesse anual a beneficio de la familia cristiana, esto es, la tradicional. Desde que falta Wojtyla, parece que el número y volumen de los happenings ha ido a la baja sensiblemente y el personal echa de menos las catarsis masivas, de modo y manera que el peleón arzobispo de Madrid ha decidido mantenerle a Zap la espada en alto por esta vía, así que la fórmula es vieja: autocares desde todo el país, bocata de mortadela (o equivalente versión Opus siglo XXI) y al mogollón, que si ellos tienen uno, nosotros tenemos dos.

Hasta aquí, nada que objetar. La libertad de reunión, de asociación, de manifestación (pacífica y sin armas) y de expresión es para todos, así que yo, encantado. Con no ir, estoy al cabo de la calle. Ni siquiera voy a entrar en discusión sobre las varias cuestiones de fondo que han ilustrado la celebración.

Lo que me hace gracia -y de ahí la reminiscencia trinquera– es el millón de manifestantes (o de misa-asistentes, llámalos como quieras) que la organización de la cosa asegura que han asistido a la misma. La media nacional, como el palmo; y el no dar la talla del millón, como en el caso del palmo, es asimismo lo más habitual. Porque cualquiera que conozca la plaza de Colón -incluyendo aledaños, venga- sabe que ahí no cabe un millón de personas ni haciendo castellers. Pero es que dudarle el millón a algún convocante ya es como dudarle el palmo a cualquier macho ibero, puede haber un conflicto. A la plaza de Colón se le estima una capacidad de entre 300.000 y 400.000 personas; va, seamos generosos y admitamos que estuvieron estrechísimos y que llegaron a 500.000. Excelencia Reverendísima, misacantanos adjuntos, chupacirios diversos: pretender que 500.000 -en el mejor de los casos- es un millón equivale a asumir que los tristes 14 centímetros de la verdadera media nacional son un palmo. A ustedes, lo de los panes y los peces les quedó bien grabado pero, amigo, hay que tener una profesionalidad y una cosa: no es lo mismo el Mag Lari, que parece el ilusionista homologat per la Generalitat, que David Copperfield, que eso ya tiene un nivel y un qué.

O sea, que no cuela.

Teles y putas

De la serie: Los jueves, paella

Aunque no os lo esperábais (decid la verdad, pillines: no lo esperábais) y aunque de cena o de resopón (estoy empezando y no sé a qué hora terminaré), damas, caballeros, militares sin graduación, niños y niñas, nutrida legión de lectores… hoy, 25 de diciembre, día de Navidad, hay paella. Así que, hala, un eructito para limpiar los conductos con gas a presión, una copita de cava (de cava catalán, of course, rechace imitaciones) para echarle alegría al cuerpo, y vamos allá…

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Llevamos ya meses con un tema asaz recurrente: la telebasura. No es que se hable de la porquería televisiva desde hace sólo unos meses -de hecho, se habla desde los albores del género, allá por… ¡buf!- sino porque parece que despreciar la telebasura empieza a ser políticamente correcto y hasta puede llegar el día en que el hecho de que la televasile saque a un presidiario diciendo paridas a quinientos euros por minuto sea noticia equiparable a que tal otro mala bestia le rebane el cuello a la parienta, defenestre a la suegra, desplume al loro y lo ponga en el horno a 180, 30 minutos. A lo mejor, es hasta la propia televasile la que en un telediario se escandaliza de sí misma porque, con tal de suscitar audiencia, todo vale.

Sin embargo, mirando la cosa desde cierta distancia, tampoco veo que haya para tanto: a la gente basura hay que darle telebasura. Después de todo, no se pretenderá que un mogollón de analfabetos funcionales se lo pasen bomba con tertulias sobre filología germánica.

Ya sé, ya sé que es un argumento elitista y despectivo, pero si lo digo de esta otra manera veréis cómo es lo mismo y queda mucho más elegante y fino:

· Siendo n el número de personas que ven un programa basura a una determinada hora.
· Siendo m el número de personas que verían un programa inteligente y culto a esa misma hora
· Siendo x el volumen de ingresos publicitarios por televidente/anuncio a dicha hora
·Siendo y el volumen total de ingresos por publicidad a la hora de los cojones

y=(x*n)-(x*m)

Siendo así que x*m arroja un resultado prácticamente inapreciable, la cosa está clara: culebrón sudamericano, tomate, reality show (con la realidad previa y cuidadosamente fabricada), españaendirecto, etcétera. Los números cantan, señores, ya puedes llamar al respetable analfabeto o catedrático de semiología. Esto es lo que se llama «mercado», por si alguien no se había dado cuenta.

¿A que ahora ya no se queja nadie de mi presunto elitismo? Evidentemente: no hay como hablar en engominado para que todo resulte tan diáfano como elegante. Eppur si muove, que es lo que en definitiva interesa.

El factor determinante en los últimos tiempos reside, quizá, no tanto en el incremento de n, que tiende a mantenerse estancado en cifras altísimas sino en el desplome de m, que nunca había asumido cifras gloriosas y que, encima, ha desaparecido prácticamente de la audiencia televisiva.

¿Que ha pasado con el grupo m? Pues que ha ido encontrando alternativas. Estaban los libros, claro, pero de todos modos no todos los días y no a todas las horas (y menos a las mismas de cada día) tiene uno humor para leer, así que cuando el libro no apetecía, se ponía la tele y se miraban los documentales de la 2 (o eso decía todo el mundo). Pero llegó la red y la red está llena de cosas. En ella, uno puede hacer activismo en Greenpeace o en la AI, charlar con el viejo compañero de cole, chatear con una marujita de Barranquilla (pongamos por caso), buscar datos para la tesis doctoral, intercambiar opiniones con el colega de otra empresa -sin que se enteren los jefes de ambos, lo que le da mucho más morbo a la cosa-, pelársela con los contenidos de una página porno, ver la grabación de una parida… incluso los más excéntricos podrían bajarse un disco del tal Ramoncín de una red de intercambio. Aunque, más que de excéntricos sería cosa de hackers de alto nivel, porque encontrar cosas del Ramoncín en las redes P2P es más difícil -y menos rentable- que acertar seis en la primitiva, pero en fin…

Evidentemente, a medida que los adeptos a contenidos con un cierto nivel (sin exagerar: la tele jamás, ni siquiera en épocas fundacionales -recuérdese «Reina por un día», por ejemplo-, ha destacado por la calidad de su programación) han ido disminuyendo, se han ido rellenando sus ya de por sí escasos espacios con más porquería cagarrínica.

Lo que lleva a una conclusión no por inhabitual menos cierta: que la televisión vaya siendo más asquerosa a cada día que pasa es una buena señal. Significa que se la van quedando en solitario los petardos para los que ha sido diseñada -y, bueno, también para los futboleros, en la sorprendente medida en que no sean lo mismo- y que, por tanto, la calidad y la inteligencia hay que irla a buscar a otros sitios, como ya hacemos muchísimos.

Veámoslo desde una óptica positiva: cada medio compartimenta perfecta y exactamente a sus usuarios y así sabemos todos a qué atenernos.

Hoy, por ejemplo, termina «Caçadors de bolets» en TV3. Bueno pues, por mí, ya podrían suprimir la tele hasta los jueves del próximo octubre. Poca cosa me perdería.

Y ya soy generoso admitiendo que… quizá… me perdería… algo.

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Hombre, y hablando de estas cosas, esto me trae a la memoria el invento de los puticlubs barceloneses. No, no es que el alcalde de Barcelona haya inventado puticlubs específicos para nuestra ciudad (lo que, con sus ideas de bombero como la del abeto, quizá no sería del todo descartable si no fuera políticamente incorrectísimo), pero por ahí le anda.

Un día, los del achuntamén no debían tener nada mejor que hacer y, por aquello de pasar el rato, debieron decir: «¡Hombre! Vamos a proteger los virginales espíritus de niños, jóvenes, gentes de orden y ciudadanos bienpensantes». Y en vez de quitarse ellos de enmedio -que hubiera sido lo óptimo a tal fin- decidieron tocar los cojones (no sé si apropiadamente dicho o no) a los bares de camarutas. Y de camarutes, no vayamos a olvidarnos de nadie. De camarutos no me consta su existencia, pero nada es descartable.

Total –prengui nota, Rudrígues– que pergeñaron una ordenanza que se lo ponía a los puticlubs muy, pero que muy crudo. Les obligaba, entre otras cosas, a guardar una distancia de 200 metros de los centros educativos. Quedémonos ahí, de momento.

Cuando yo iba al cole -años 60, ya ha llovido- teníamos una de estas casas de lenocinio en formato de bar a setenta metros del centro (más otras dos o tres que había algo más lejos, pero no 200 metros más lejos, ni mucho menos: era la España del hambre sexual, una vez más o menos satisfecha la otra). Nuestros muy púdicos padres -recordemos que eran épocas de mucha misa- jamás nos explicaron con claridad qué era aquello, pero su evidente embarazo ante las preguntas y otras señales como la morfología externa del local -cerrado, cerradísimo, al contrario que los bares comunes, abiertos a los cuatro vientos- y la roja -ups, perdón: colorada– penumbra que se adivinaba en su interior cada vez que se abría la puerta para que entrara o saliera alguien, nos llevó a la conclusión tan obvia como acertada. Como éramos simples arrapiezos de ciudad, no llegábamos al extremo de correr a pedradas a las pobres putas como parece que se hacía en algunos pueblos pero, bueno, siempre se podía abrir la puerta por sorpresa y soltarles una barbaridad o echarles una bomba fétida para, a continuación, salir pitando (en nuestra inocencia, ignorábamos nuestra total impunidad: si hubiera habido el menor escándalo, hubieran sido acreedoras, las desdichadas, a una quincena de las de la Ley de Vagos y Maleantes, es decir, a una condena ejecutiva -no judicial: dictada por el gobernador civil- de quince días en el trullo; así eran los tiempos). Alguno más osado -y bastante más bestia- llegó a meterles un petardo de los llamados de mecha, de esos que hoy utilizan los futboleros para romperle los cristales al vecino cada vez que su puto equipo mete un gol.

Con toda esa batallita de película española de posguerra vengo a decir que, hombre, si los chavales de los años 60 ya estábamos curados de espantos -si tal puede decirse- pretender proteger a los niños de hoy de similares fenómenos es o tomarlos por gilipollas o ser un perfecto ídem. ¿O quizá cabe admitir la tercera posibilidad, es decir, la de que los niños de hoy día sean perfectos gilipollas? Como he dicho antes, nada es descartable.

Pero sigamos con la brillante norma antiputera. Lo de los 200 metros de carencia era también aplicable a los propios locales entre sí. La fina y elevada inteligentsia municipal hubiera logrado -si la norma hubiera funcionado, que tot seguit veremos que no- dispersar el problema por toooooooda la ciudad, en vez de concentrarlo en una pequeña serie de puntos muy concretos. Sí, señor, así se pisa: para evitar unos pocos mini-barrios rojos, convertimos la ciudad entera en una inmensa casa de putas.

Esto aparte, prohibía que los locales fueran colindantes con viviendas y, finalmente, les obligaba a guardar una serie de condiciones draconianas en materia de higiene y seguridad. Eso, en sí mismo no es malo, lo malo era la retroactividad del asunto y viceversa. Lo de la viceversa también lo veremos unos párrafos más abajo.

En otras palabras: todos los puticlubs de Barcelona tenían de plazo hasta dentro de unos días, antes del 19 de enero de 2009, para adaptarse a la normativa. ¿Y qué ha ocurrido? Pues que los tales locales se la han pasado por el culo -quizá forme parte de su especialidad en algún caso-, porque, en los cuatro años de vigencia de la norma, de los 300 establecimientos afectados, sólo 60 presentaron solicitud de licencia bajo los nuevos requisitos y sólo 25 la han obtenido.

Los chicos listos del achuntamén se han dado cuenta de que dentro de veinte días tendrían que chapar nada menos que 275 locales, lo cual quiere decir, así, de buenas a primeras, 275 contratos de alquiler -algunos de importante monto mensual- a tomar por el culo (¿cuántos cuñados implicados en el perjuicio?) y averigua cuántas prostitutas impelidas a ejercer en la calle o en locales alegales (pisos de relax y otros inventos). Eso por no hablar del escándalo ciudadano y mediático que hubiera implicado esa suerte de ley de la bragueta seca, porque el gremio en cuestión es de los que la arman gorda. Hombre, aún nos hubiéramos reído este mes de enero.

Ante tal evidencia, el Hereu se la envaina. Pero en vez de envainársela por las buenas, lo que hace el tío es levantar -de hecho- la retroactividad del asunto. Bueno, vale, lo que ya está así, que se quede así y la ordenanza antiputeril quedará vigente para los locales que vayan a abrirse por primera vez a partir de ahora. Genial, el chico. Porque lo que acaba de hacer nuestro héroe es perpetuar los locales existentes que, cuando menos en mi percepción, iban a la baja, porque pocos nuevos se iban abriendo y, de hecho, eran bastantes los que iban cerrando. Si de verdad quería ir liquidando estos locales, no tenía nada más que ordenar a los técnicos municipales y, sobre todo, a los bomberos, que hicieran interpretaciones férreas de la normativa común e imposibilitaran de hecho la apertura de locales nuevos. Aunque algún que otro contencioso se hubiera perdido, las dificultades hubieran desanimado a la mayoría de candidatos a instalar un kiosko de esos. Quizá, si en vez de estar a lo que le dicen los memos de la maquinaria del partido, hubiera preguntado a los muchos y buenos funcionarios que pueblan toda la jodida administración municipal, hubiera llegado a una solución tan sencilla como esa. En cambio, acaba de conferir un valor de traspaso acojonante a los locales que quedan; si alguno estaba pensando en cerrar, aguantará mecha ahora hasta que venga cualquier mafia, obviamente forrada de pasta negra, a pagarle un montón de miles en concepto de traspaso. Un buen montón. Nuestro poncio acaba de inyectar en los puticlubs un valor especulativo que antes no tenían y contribuirá a su enquistamiento per in saecula saeculorum.

Esto pasa, por supuesto, por el bajo nivel de los políticos, que tienden a creer que todo el monte es orégano y que su simbólico bastón de mando es como la vara de Moisés, que no tienen nada más que golpear con él para que la realidad se pliegue a sus designios. Pero la realidad, como sabe todo político de fuste y no cualquier subproducto de los tristes estratos del partido, tiene dinámicas propias y tiende a utilizar el boletín oficial correspondiente como papel higiénico cuando lo que se escribe en él son perfectas tonterías.

Y esto pasa también por la hipocresía y por la estupidez con que se está tratando el tema de la prostitución. Hay que comprender, desde luego, que es un tema complicado, porque entran en conflicto (tan en conflicto como dos locomotoras de cincuenta toneladas chocando de frente a 150 kilómetros por hora cada una) conceptos difíciles y graves: la dignidad humana (generalmente, de la mujer), por una parte, y el derecho al propio cuerpo (que también es este) y la libertad sexual (que incluye la de su comercio), por otro. Es realmente difícil enfocar el tema en cualquier sentido sin ser objeto de las iras de las feminorras o de los chupacirios y, desde luego, sea cual sea el sentido en el que se incline la balanza, dejará en la cuneta daños colaterales de importancia. Por esta razón, pasan los partidos, pasan incluso los regímenes, y la prostitución goza/sufre una situación de alegalidad a la que no cabe ver ventaja alguna salvo la de mantener la tranquila apariencia de la superficie de las aguas, aunque por debajo haya más mierda que en el palo de un gallinero.

Bien, esto es una realidad. Habría que meterle mano en serio a esa realidad y nadie lo hace, pero tampoco nadie parece tener la fórmula mágica que resuelva el problema. Mal está, pues, dejar las cosas como están. Pero peor -y más estúpido aún- es revolver la mierda sin finalidad alguna, simplemente para hacer el niño bonito de cara a no sé qué galería, andar haciendo el perro del hortelano y metiendo maraña de forma absolutamente innecesaria, nociva y contraproducente.

Que es, justamente, lo que ha hecho el achuntamén. Ya le vale.

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Bien, pues hala, ya está hecha la paella. Dos temas en vez de tres, como es habitual, pero con el segundo se me ha ido la extensión: ya dicen que el asunto de la jodienda no tiene enmienda.

En todo caso, yo ya he cumplido: dije que no os tendría dos semanas seguidas sin paella y aquí la tenéis. Esto me absuelve de todo crimen si la próxima semana os dejo sin ella pero… voy a intentarlo ¿de acuerdo? No prometo nada, pero voy a intentar inaugurar el año 2009 con una paella. Hasta me hace ilusión, hombre, aprovechando que el día 1 de enero es, precisamente, jueves.

O sea que, si nos vemos tal día, nos vemos, y si no, que empecéis el año de la mejor manera posible y, como suele decirse en las felicitaciones analfabetas, que os traiga toda suerte de venturas. Aunque con la que está cayendo y con la que dicen que va a caer… Claro que siempre nos queda el consuelo de pensar que los que pronostican negros tiempos son los mismos que tenían tan claro que los crecimientos exponenciales no iban a acabarse nunca.

Un abrazo a todos.

MicroPSOE$oft

De la serie: Correo ordinario

Acabo de subir a la página de software libre de la Asociación de Internautas una nota de prensa de las Cortes de Aragón que explica graciosa y triunfalmente cómo este parlamento autonómico insta al gobierno aragonés a encargar a la Universidad de Zaragoza un estudio sobre las posibilidades de implantar el software libre en las redes informáticas de su administración pública, como consecuencia de una proposición no de ley presentada por el PP en la Comisión de Ciencia y Tecnología.

Y hiervo de indignación.

Hiervo de indignación porque, con mucha menos gracia y mucho menos triunfalismo, advierte también la nota que ese, el del estudio, era solamente el primer punto de la proposición y que había otros dos apartados que instaban al gobierno a sustituir los paquetes Micro$oft por software libre en la mayoría de los equipos ofimáticos, a lo largo del inminente año 2009. Estas dos propuestas, que constituían en realidad el meollo de la cuestión, han sido rechazadas por los votos del PSOE y los del PAR, que han dejado en minoría al PP y a la CHA, tras exigir que la proposición se votase por partes, no íntegra. De donde se deduce -¡qué cucos!-, que lo del estudio, que visto aisladamente sería, en efecto, algo positivo y prometedor, pasa a ser una simple maniobra dilatoria, un a modo de ¡qué largo me lo fiáis! y un nadar y guardar la ropa. Pero nadar en aguas puercas, claro.

O sea que estamos en lo mismo de siempre, en lo mismo que ya sucedió en la Generalitat de Catalunya y en el Ayuntamiento de Barcelona (y, en definitiva, en tantos otros lugares): mucho andar trasteando con la cuestión y de llenarse la boca con el software libre, mucha Lourdes Muñoz Santamaría y mucha gaita, pero al final, como siempre, el apropiacionismo se lleva el gato al agua de la mano del PSOE y Micro$oft, el monopolio norteamericano, triunfa plenamente para escarnio y dolor del bolsillo de los ciudadanos que se ven así, nuevamente, burlados y saqueados por una sola empresa.

Esto es corrupción pura y simple, a mí que no me vengan con cuentos. Sobre todo cuando los cuentos son recurrentes y tienen el ADN de la empresa beneficiaria más claros que el agua. Atentos si no a los argumentos de Ana María García -precisamente, García- recogidos por la nota de prensa: «[debe haber] libertad para elegir, porque los dos modelos (el libre y el de Micro$oft) están en pleno desarrollo y el Gobierno de Aragón pretende garantizar el mejor sistema». La frase contiene una perfecta estupidez en su primera parte: ¿qué es eso de que los dos modelos aún están en desarrollo? ¿Quiere decir esa señora que los dos modelos son incipientes? ¿Window$ y Linux se inventaron ayer? Porque si a lo que se refiere es a que los dos modelos están en permanente desarrollo, aparte de que eso es una obviedad, cualquier producto que pretenda sobrevivir en un mercado moderno deberá estar en permanente desarrollo, o sea que ya nos dirá esa señora (si es que lo sabe, si es que sabe algo de alguna cosa) cuál es el momento idóneo para el corte. O, si le parece, esperamos a que los dos productos dejen de desarrollarse y entonces decidimos bajo cuál sufrirá la Administración aragonesa una gloriosa obsolescencia en sus herramientas informáticas. De locos. O algo peor.

El resto de las expresiones de la dama en cuestión nos resultan altamente familiares: libertad de elegir, o eso de garantizar el mejor sistema, que tan claramente suenan a aquella neutralidad tecnológica tan notoriamente acuñada por Micro$oft a su exclusiva medida (no hay neutralidad tecnológica para los competidores, que ven cómo las licitaciones administrativas exigen sistemáticamente, sin alternativa alguna, productos Micro$oft).

¿Quosque tandem, PSOE, defraudarás constantemente al ciudadano a beneficio de lobbyes privados?. ¿Hasta dónde llegan las deudas de este partido con el apropiacionismo? Oh, y por cierto… ¿De dónde salen esas deudas? ¿Qué han dado -o qué se supone que han de dar- Micro$oft, la $GAE y tantas otras hierbas al PSOE para verse tan firmemente sustentados por el partido en el poder? Porque esto no es normal, esto va mucho más allá del compadreo común y del clientelismo habitual que, con resignación bíblica, soportamos los ciudadanos a todos los partidos, porque esto de los cuñados y de los tresporcientos es un mal tan endémico que ya lo damos por normal, pero lo del PSOE con esa tribu del copyright va mucho más allá de la parafiscalidad que los ciudadanos hemos asumido y hasta metabolizado.

Se dirá que también el PSOE gobierna en Extremadura, hoy por hoy el verdadero paraíso del software libre en España, y también en Andalucía, donde le van a la zaga. Es cierto. Es cierto, con el importante matiz -luego veremos por qué es importante- de que en Andalucía no se ha llegado a los extremos de extensión del SL a los que se ha llegado en Extremadura, comunidad esta última, que ha llevado el software libre a todos los rincones de su administración pública (o está en pleno proceso de planificación o de migración hacia ello).

Pero, claro: Extremadura es una región pequeña, con poco más de un millón de habitantes. Fue, si no recuerdo mal, en 2001 o 2002 cuando Rodríguez Ibarra lanzó su idea de baasr el desarrollo tecnológico extremeño en el software libre. Y solamente dicho esto, vale la pena fijarse en estas tres características: en primer lugar, una región pequeña y con un nivel de desarrollo bastante bajo, en relación al conjunto español total y a la media nacional (aunque parece que en estos últimos años su crecimiento también ha sido proporcionalmente más alto); en segundo lugar, sucedió hace seis o siete años, cuando el software libre era mucho más incipiente y Micro$oft, aunque acusó recibo -llegó a amenazar a Rodríguez Ibarra con pleitear contra la Junta, lo que dio lugar a un cierto cachondeo por parte del presidente extremeño- tampoco quiso iniciar una guerra que arrojaría el contraproducente resultado de dar mayor visibilidad al software libre; y, en tercero lugar, el propio Rodríguez Ibarra, hombre carismático, muy duro políticamente y muy poderoso dentro del PSOE de la época, al que no se podían dar órdenes demasiado categóricas dentro de su baronía. Por supuesto, desde entonces han cambiado muchas cosas: Extremadura, Ibarra, el PSOE y, por supuesto, Micro$oft, para quien, desde entonces, no hay enemigo pequeño, al menos en España, donde parecería que el software libre tiene implantado un núcleo bastante duro y activista.

Andalucía, dirigida por quien aún es un barón importante en el partido -aunque ya en declive-, no parece con intención de ir tan lejos como su región vecina y se ha quedado en la enseñanza, con lo que los casos no son totalmente comparables.

De modo que los aragoneses, como tantos otros españoles, continuarán regalándole anualmente 10 millones de euros a Micro$oft por las narices socialistas. Diga lo que diga la Universidad de Zaragoza (y cuanto más tarde lo diga, mejor para los sociatas).

Esta es la única cera que arde.

Actualización

Menudo tortazo le propina al PSOE la Oficina del Software Libre de la Universidad de Zaragoza: «toma, aquí tienes tu estudio»

¡Ya tienen excusa!

De la serie: Pescaíto frito

¿A que nos quedamos sin financiación?