Archivo mensual: abril 2009

¡¡A LA CALLE DE UNA VEZ!!

De la serie: Rugidos

Ha llegado el momento de poner toda la carne en el asador.

Nos tienen rodeados: políticos venales, mercachifles sin escrúpulos, faranduleros, culturetas, arribistas… Han señalado a la red como el enemigo principal de su medro o de sus negociazos y tienen la cuestión bien clara: primero, desposeernos de ella; segundo, apropiársela para sus sucios tejemanejes.

¿Quién defiende entretanto los derechos de los ciudadanos? Nadie. Gobiernos enteros entregados a los intereses de una minoría privilegiada de presuntos artistas opíparamente mantenidos con subvenciones y con tributos privados de carácter dieciochesco; oposiciones muy conscientes de que el día menos pensado serán gobierno y que quien manda, manda; monopolios que se apropian -material y literalmente- de nuestro sistema educativo para encadenar al entero país por generaciones, y todo ello con el consentimiento de la corrupción imperante; o que, siendo los amos de las telecomunicaciones, imponen sus condiciones a una entera nación y no vacilan en imponer, si es necesario, secretarios de Estado que entran en el Consejo de ministros cuando les apetece y dando un puntapié en la puerta. Todo un entorno que no piensa consentir ya no que los ciudadanos accedamos libremente al conocimiento -lo que es un derecho constitucional, al menos en teoría- y que lo paguemos al precio que ellos impongan, sino de que ni siquiera podamos comunicarnos libremente entre nosotros, a beneficio de su permanencia en el machito y de la permanencia de sus grupos de comunicación.

Lo he dicho muchas veces: los ciudadanos no tenemos amigos, no tenemos aliados, no tenemos quien nos ayude. Los ciudadanos estamos solos. Pero somos los más fuertes, si somos conscientes de ello. Y ellos lo saben. Lo saben pero no quieren que sepamos que lo saben, precisamente para que no adquiramos esa consciencia, la consciencia de su debilidad y de nuestra propia fuerza. Pero si nos diera la gana, solamente con que nos diera la gana, seríamos los putos amos. Por eso intentan enmudecernos, por eso nos hacen luz de gas con sus medios de comunicación, por eso nos llenan de cortinas de humo, por eso nos engañan esos canallas: porque saben que podemos barrerlos de un sólo gesto.

Nuestra voz, solamente nuestra voz, sin hacer nada más, es capaz de hacer que entren en pánico. Así de fácil lo tenemos. No basta con hacer que la oigan -ya la oyen en la red- sino que tenemos que impedirles que puedan negar que la han oído. Por eso, tenemos que salir a la calle. Y no creamos que la calle no es nuestro lugar natural. Somos internautas, sí, pero sobre todo, somos ciudadanos y la calle la pateamos todos los días, a veces en medio de grandes esfuerzos para sobrevivir, para sacar adelante a nuestras familias (y no como ellos). No dejemos que nos oculten y que acallen nuestras voces haciéndonos creer que nuestro sitio está en la red, esa red que ellos nos quieren robar junto con nuestros derechos civiles, con nuestros derechos fundamentales, con nuestros derechos constitucionales.

Por eso, yo, el día 24 de mayo estaré en Madrid uniendo mi voz a la de mis compañeros, a la de mis conciudadanos.

Y seguro que tú también.

Culos, gripes y halcones

De la serie: Los jueves, paella

Pues va a ser que sí, va a ser que hay paella para este jueves, 30 de abril, víspera de puente. Veremos cómo se menea la gente, aunque ya veréis cómo la tan cacareada crisis no impedirá a tirios y troyanos darse el homenaje reglamentario. Quizá hacemos bien: en un país donde todo el mundo, a todos los niveles, está funcionando a corto plazo, desde el Gobierno hasta el más desgraciado de los sin papeles (cuya simple existencia masiva ya define lo serio que es esto), esto de pensar en el futuro parece una perfecta gilipollez.

Seguiré insistiendo a mis hijas en que estudien todo lo que puedan y que se larguen lejos. Preferiblemente, a un país con cara y ojos. Y que no vuelvan: ya iremos nosotros a verlas (y así, de paso, respiramos un poco de aire limpio).

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Y ahí va la primera prueba de lo que digo: de absoluta vergüenza -por más que fuera perfectamente previsible (o estuviera perfectamente previsto)- el numerito de la visita a España de Sarkozy. Nunca he entendido -en estos tiempos y en un contexto europeo cada vez más absorbente- qué razón tienen estas visitas de Estado si no es el autobombo o el mutuobombo de sus protagonistas, pero, en fin, parece que durante mucho tiempo tendremos que vivir con ellas y pagar costosísimas movidas de seguridad y no menos gravosos festejos de altísimo standing a beneficio del cutre de turno que parece que no comió caliente hasta que pagó la ciudadanía.

Por lo que no deberíamos pasar -y hemos tragado como imbéciles que somos- es por el numerito de la Bruni y demás pandilla, que han aprovechado el acontecimiento para montar aquí un festival del glamour en plan Hollywood que supongo que debe tener encantados a los cuatro millones de la cola del INEM. Y esto lo digo con muy matizable sarcasmo: estoy seguro de que muchos, muchísimos, de los de la cola del INEM habrán sido agradecidos beneficiarios del show. Después de todo, nadie pone en venta lo que no se vende y si había una nube ingente de fotógrafos y cámaras de los medios de la estupidez de papel couché y de fin de semana por la noche, es porque hay millones de gilipollas que compran ese papel o militan en la audiencia de lo del fin de semana.

El valor político de la cuestión, por más que los editorialistas hayan echado las campanas al vuelo es nulo. Las políticas mutuas ya no se hacen hoy en estos encuentros: las políticas mutuas -y no sólo las bilaterales, por cierto- se realizan en los consejos de ministros y en las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, y esto por no hablar del día a día de la Comisión y del Consejo. Porque… ¿qué ha habido de sustantivo en la visita de Sarkozy? Lo de que el AVE llegará a Lyon en 2012 (cosa que yo sólo me creeré cuando la vea y no sé si incluso viéndola levantaré una ceja de incredulidad) y que los procedimientos, acuerdos y protocolos establecidos para la lucha conjunta contra ETA se extenderá al terrorismo islamista. Muy bien: ¿y pretenden que me crea que ambas cosas las decidieron -siquiera las remataron- entre el lunes y el martes en Madrid? A otro perro con ese hueso.

Por lo demás, exhibiciones de modelitos ridículas, cuando no denigrantes: ahí tienes la foto de los culos de la Bruni y de la princesita redondeados por faldas milimétricamente ajustadas por modistos especializados en sacar de donde no hay, por lo menos en el caso de nuestra miss borbónica, cuyo tipo, altamente sospechoso de hacer el indio con la alimentación, y tú ya me entiendes, no parece especialmente adecuado para sugerir alegrías eróticas. Tampoco, dicho sea de paso, me parece que con la Bruni haya para tanto: yo sigo pidiendo a mis amables lectores el enlace a una foto bien definida del culo de doña Carla, a ver si veo por alguna parte ese prodigio que la parece haber hecho dueña de Europa. Por cierto: no soy ducho en protocolo, pero me parece que en todos los países europeos el jefe del Estado precede a toda su comitiva, incluyendo a su mujer; pues bien, me di cuenta, viendo un telediario mientras cenaba, que al llegar a Madrid, la primera que salió del avión fue la Carla. Todo un síntoma. Mis neuronas se resisten denodadamente al ejercicio de imaginación que me lleva a figurarme a madame De Gaulle precediendo a su marido en un acto oficial: es una imagen imposible, hasta el punto de que se resiste a la fantasía más excitada. Pues ahí tienes a la Bruni: sobradísima y con dos cojones (¿?) saliendo del avión la primera. Lo dicho: todo un signo de quién manda.

¿Qué han hecho, en definitiva, monsieur y madame Bruni en su estancia en España? Trabajar, lo que se dice trabajar, poco. Lucir palmito, sobre todo la madame, todo el que quieras: ora con la princesita, ora con la reina madre y abuela, ora con la cantante señora de Zapatero. Abrazos y besos. Besos y fotos. Y nosotros ahí, mirando como tontos.

Si es que nos lo tenemos bien merecido…

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Yo no quisiera hacer bromas o minimizar algo que, según como, podría llegar a ser gravísimo, quizá trágico, pero, la verdad, las autoridades sanitarias, tanto las de aquí (doña Trini) como las de allá (la OMS, organización mundial de las farmacéuticas) tienen tan poca credibilidad que nunca sabe uno a qué carta quedarse.

Este fin de semana pasado nos desayunábamos, así de sopetón, con la gripe porcina. El viernes, ningún ciudadano común había oído hablar en su puta vida de esa enfermedad y hoy estamos todos, incluso el más analfabeto, a veinticuatro horas de dibujar a mano alzada el mapa genético del virus en cuestión.

¿Y qué ha ocurrido? Bueno, hasta hoy, en México podrían haber muerto centenar y medio de personas por causa de la cosa esta; el Gobierno mexicano sólo reconoce siete, pero de eso hablaré después (y mal, como podéis figuraros). En España hay veintitantas personas presuntamente pringadas con la cosa, pero sólo en tres o cuatro casos -a la hora de escribir estas líneas- la enfermedad en cuestión ha sido diagnosticada en firme, los otros son solamente sospechosos, pese a lo cual se les está tratando como si la hubieran contraído; nada que objetar a ello, al contrario. Lo cierto, por otra parte, es que los afectados europeos y americanos evolucionan tan ricamente y ya he leído por ahí que se trata más de una enfermedad extremadamente contagiosa pero no excesivamente grave, si no hay terceras complicaciones.

Pero es inevitable hacer un poco de retrospectiva. Recordemos que en los últimos años nos han amenazado dos males presuntamente apocalípticos, capaces cada uno por sí solo -según parecían querer decir- de exterminar a la entera Humanidad: el mal de las «vacas locas» (prefiero escribir este vulgarismo antes que el nombre correcto de la enfermedad, porque para eso hace falta un teclado especial) y la gripe aviar. Sonaron todos los timbres de alarma, la población fue presa de la ansiedad, una ministra de Sanidad, toda ella rigor y sabiduría, recomendando que al caldo le echáramos hueso de jamón y no de ternera y, en fin, toda una serie de muy acabadas medidas profilácticas para evitar ser víctimas de males tan tremendos que debieron funcionar porque… no hubo nada.

De todas las amenazas tremebundas de pestes mortíferas, que parecía esto el Apocalispis con ángel exterminador y todo, sólo resultaron ser ciertas dos: una, detectada a toro pasado, la del presunto aceite desnaturalizado, el famoso caso de la colza (que yo no me he tragado nunca como simple intoxicación alimentaria, así baile jotas el pleno del Tribunal Supremo), el ilustrísimo bichito que si se cae se mata (ministro Sancho Rof dixit para pública vergüenza y escarnio), que tuvo efectos dramáticos y brutales, desde luego, pero que fue de extensión muy limitada; otra, esa sí, seria, real, tremenda, la del SIDA, que ya conocemos y que sabemos que puede evitarse con medidas preventivas, algunas de ellas antipapistas, pero qué le vamos a hacer, quien algo quiere algo le cuesta, pandemia que, por lo demás, manteniendo su gravedad, ya no es mortal en los países desarrollados, donde hay pasta para tratar a sus ciudadanos, y devasta naciones enteras que no pueden generarles beneficios enormes a las farmacéuticas, pero los pobres que se jodan, que para eso están.

Confieso que con la gripe aviar llegaron a meterme miedo, no nos vamos a engañar a estas alturas de la película; recordemos que, además, se habló de escasez de vacunas, seguramente para aumentar el precio del específico y la cotización en bolsa de los laboratorios que lo producían. Luego supimos -aunque nos lo dijeron con la boca pequeña- que lo de la gripe aviar sí que era verdad, sí que estaba ahí, pero que no era tan peligrosa -en tanto que pandemia- como nos decían, porque de lo que se trataba era de meterles palos en la rueda a chinos y vietnamitas para que no dieran tanta caña competitiva a occidente. Será verdad o no, no puedo saberlo: lo que sí sé es que podría perfectamente serlo. No suelo ser conspiranoico, generalmente, pero soy crónicamente hijoputanoico, o sea, veo constantemente hijos de la gran puta por todas partes; debidamente consultado el problema con el facultativo de rigor, la respuesta fue que lo mío no es una enfermedad mental sino un puro ejercicio de hiperrealismo que sólo tiene una cura, ya sabéis, la ametralladora y el campanario pero, mecachis, está prohibida por el código penal. Lo digo porque, claro, mi hijoputanoia me lleva a pensar que cualquier bestialidad que un cabrón con pasta pueda concebir para hacerse más rico de lo que ya es, no es sólo posible sino también previsible.

Por lo demás, todo el problema parece proceder de México. México es un estado absolutamente corrupto. No pretendo con ello ofender a sus ciudadanos, que bastante tienen con lo que llevan y que, además, son más víctimas que protagonistas de tal estado de cosas. Pero sabemos que es un país absolutamente desordenado, en el que el caos administrativo al que ha llevado una corrupción crónica y extendida al cien por cien de sus estructuras oficiales es enorme, hasta el colapso mismo, que una parte del país está materialmente en manos de un grupo guerrillero -o de más de uno, averigua- y que algunos estados están a su vez, y en todos los órdenes, controlados por narcotraficantes, sin otra ley que la que ellos mismos imponen. Se registran constantemente matanzas masivas, secuestros exprés (y de los que no son exprés) a diario, los sicarios campan a sus anchas y, en fin, el salvaje oeste de las pelis es una especie de orden y armonía suiza en comparación con el México actual. En este estado de cosas, no debe sorprender que algunos fenómenos indeseables adquieran volumen e intensidad absolutamente inéditos e imposibles en países más ordenados. Hay un centenar y medio de muertos, pero habría que ver si esos enfermos fueron correctamente tratados antes de morir o si fueron víctimas de cosas como medicamentos adulterados -o inexistentes- o, simplemente, no fueron asistidos por no pagarle la mordida al inevitable funcionario interpuesto. En ciertas condiciones, muchas enfermedades que calificamos como «comunes», podrían causar estragos. Y me huelo que estamos ante uno de esos casos.

En fin: esperemos que no sea nada; esperemos que sea una boutade más de la OMS, una ocasión aprovechada por funcionarios corruptos (pero en este caso, a lo fino, al estilo de las oficinas de patentes) para sacarle más presupuesto a la casa madre y mantener el tinglado abierto y el sillón ocupado más tiempo. Y, puestos a esperar, esperemos que tenga yo razón, que los efectos en México hayan sido exagerados por el estado de corrupción generalizada de aquel desgraciado país y que alguien, dentro o fuera del mismo, a consecuencia del susto, se decida a atacar de frente esa problemática, a poner orden en aquel lío y que México vuelva a ser la nación hiapanoamericana preeminente que nunca debió dejar de ser.

Preeminente y simpática, qué coño.

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Hoy me voy a dar el gustazo de hablar bien de algo que hay en Barcelona. Voy a hablar de los halcones.

En Barcelona se ha conseguido, no sin cierto esfuerzo, que haya una población estable de parejas de halcones. Están ubicadas en las laderas de Montjuïc, en una de las torres de la Sagrada Familia y en una instalación industrial histórica en las proximidades del Besòs. Los de la Sagrada Familia se han convertido en los más mediáticos gracias a una cámara instalada en su nido, que los muestra en directo. En estos momentos hay cuatro polluelos, nacidos hace dos o tres semanas, que justamente ayer fueron anillados por los ornitólogos. Los niños barceloneses están encantados con los animalitos gracias a esta cámara, que ha conseguido que el servidor se venga abajo varias veces.

Para un aficionado a la aeronáutica, las aves rapaces son una delicia. Confieso que mis favoritos son los buitres, a los que creo los mejores pilotos, capaces de volar durante horas consumiendo un mínimo de energía gracias a su habilidad en el vuelo a vela: son pura eficiencia. Tienen mala imagen por ser necrófagos -aunque cuando el hambre aprieta, sacan a relucir las malas pulgas y se vuelven depredadores-, pero yo me pasaría horas viéndolos volar. Les siguen en mis preferencias el águila y el halcón. Conocí hace años una colonia de águilas en el pantano de las Torcas, embalse del río Huerva, cerca de Tosos y Aguilón, en tierras de Cariñena, Zaragoza, de las cuales no tengo buenas fotos porque me falta un teleobjetivo en condiciones (un día habré de tomar una decisión y hacer un gasto), pero que me han proporcionado horas de placer. Espero que sigan allí prósperamente.

El águila es también un excelente piloto, se acerca al buitre en su capacidad de vuelo eficiente y en el aprovechamiento de las corrientes aéreas, pero es un piloto de combate especializado en ataque a tierra: localizada la presa, cae sobre ella en picado. Es un animal grande, con una envergadura importante, y puede hacerse con presas de tamaño verdaderamente considerable. Todos recordamos las escenas del llorado Rodríguez de la Fuente con aquella águila cayendo sobre un muflón y llevándoselo con un esfuerzo en vuelo que a mí me recordó lo que debió pasarle al Fieseler Fi-156 Storch que tuvo que cargar con Mussolini -un verdadero botijo- y con Otto Skorzeny -un individuo corpulentísimo, un auténtico armario- y volar -motor a tope, piloto sudando frío- rasando las tremendas laderas del Gran Sasso y de los Abruzzos (muy cerca de donde hubo el terremoto hace un par de semanas).

El halcón, en cambio, es un piloto de caza: poco económico, pero rápido como el rayo, es como una bala y letal. En cierta ocasión presencié una escena de caza a cargo de un halcón -por pura casualidad: de otro modo, sólo muchísimas decenas de horas de paciencia te permiten un espectáculo así, espontáneo, no preparado- precisamente en la Sagrada Familia. Bajaba por la avenida de Gaudí y mi vista -siempre atenta a lo que vuela- se fijó en una paloma que estaba planeando tranquilamente; de pronto, pareció explotar, y de la nube de plumas salió un bulto arrastrado por una especie de bala de alas batientes. Vi al halcón irse con su presa, pero no lo vi llegar; la paloma tampoco y lo pagó con la vida.

Este mes de enero, inmediatamente después de fiestas, aprovechando que alargué un par de días las vacaciones para quemar los moscosos que me quedaban -si no, se pierden- fui a hacer un poco de spotting al aeropuerto barcelonés (LEBL) y allí encontré al halconero y a cinco de sus preciosidades. Como no tienen trabajo hasta la primavera -ahora estarán a tope- durante el invierno hay que sacarlos a hacer ejercicio. Y allí estaban, a la orden de la traílla, haciendo unos vuelos estupendos y rapidísimos -son verdaderas saetas, virotes de ballesta- para ser premiados con el desayuno: una pechuguita de paloma, para reponer energías. Pasé unos minutos fantásticos que me costará olvidar.

Todo el asco que me dan las palomas -y me empiezan a cabrear también las gaviotas urbanícolas- me lo devuelven en admiración y alegría los halcones. Si unos pájaros tan magníficos y delicados son capaces de vivir aquí, quiere decir que esta ciudad aún tiene esperanza.

¡Buena caza!

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Cierro esta paella en este jueves que, a su vez, cierra abril. Mañana es 1 de mayo, una fiesta cuya desnaturalización y subsiguiente abandono por parte de quienes más la celebraron cuando valía la pena hacerlo, hace que ya no valga la pena ni hablar de ella. El próximo jueves será 7 de mayo, una fecha normal y corriente en la que el arroz estará aquí, puntual a su cita.

Os recuerdo el asunto de seleccionar artículos -no de paella, ojo- para el libro del quinto aniversario. A fecha de hoy, sólo he recibido dos sugerencias. No hace falta que esperéis a tener todos los artículos seleccionados, podéis ir haciéndomelos llegar a medida que los vayáis decidiendo y así yo iré adelantando trabajo. Recordad que no tenéis límite en vuestra selecciones, podéis indicarme todos los que queráis y podéis hacerlo en los comentarios de cualquier post, no hace falta que busquéis la entrada de la convocatoria (que, a estas alturas, ya debe tener desactivados los comentarios, que sólo están abiertos durante diez días).

Que tengáis un buen y largo fin de semana y conducidme con cuidado si salís por carretera; ojo, especialmente, los moteros que vayáis a Jerez, no os metáis cosas raras en el cuerpo si hay manillar. El lunes os quiero tener a todos aquí fichando puntualmente en «El Incordio».

Hasta entonces.

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Verdades del barquero

De la serie: Pequeños bocaditos

Las que les canta Borja Prieto en «Libertad Digital» a los de la sopa boba.

Hay que decirlo más.

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¿Quién es hoy Don Oppas?

De la serie: Correo ordinario

…Y ya estamos otra vez. Otra vez Micro$oft metiendo las narices en el ámbito público español y otra vez ese insufrible hedor a corrupción que no se nos cae de las narices a ningún nivel, ni estatal, ni autonómico, ni local, ni esté en el poder correspondiente el partido que esté en el poder correspondiente. En cuanto aparece Micro$oft, el olor a mierda es tan penetrante que se diría invencible incluso por las máscaras antigás.

Hace unos pocos días se filtró en algunos medios de comunicación la noticia -que no ha sido desmentida- de que el Gobierno anda planeando entregar a 2,6 millones de alumnos de enseñanza Primaria un ordenador personal portátil. Yo no sé, personalmente, si esta medida es estrictamente necesaria, siendo, sí, conveniente en la ESO e imprescindible en Bachillerato; pero one laptop per child en esos niveles tan básicos… no sé. Sí es conveniente, por supuesto, que las aulas estén informatizadas y con buena conexión a la red y que el profesorado esté perfectamente formado en nuevas tecnologías -que por ahí la cosa cojea muchísimo-, lo que quiere decir que no hay que freírlo a cursos de guor, sino enseñarles doctrina informática, el uso del ordenador y de la red como recurso pedagógico (a ver si le pierden el miedo alrincón del vago y la tirria a la Wikipedia). Esto debería ser suficiente para los ciclos elemental y medio de primaria; yo creo que también para el superior, pero bueno…

Por la vía de preguntarse si es mejor lo contrario -es decir, la total ausencia de la informática y de la red en la vida del alumno- cabe aceptar ese dispendio, insisto que excesivo, aunque sea a regañadientes.

Lo que es intolerable es que toda esa maquinaria vaya a estar equipada con productos Micro$oft: como mínimo, el sistema operativo y el paquete ofimático. Esto me parece una aberración y una barbaridad tremenda. Y las razones son muchas y obvias. Hispalinux ha divulgado hoy una durísima nota de prensa sobre el particular que, desde luego, suscribo de pe a pa.

En primer lugar, es la ocasión para descontaminar a la población de tanto software apropiativo. Es el pez que se muerde la cola: siempre hay que estar pendientes de los programas y de los formatos de Micro$oft porque son de uso mayoritario, nos dicen. Bien: en la población infantil no son de uso mayoritario, porque la población infantil aún no se ha iniciado y, aunque lo hubiera hecho, no lo estaría hasta el extremo de que la migración a otro sistema operativo fuera ardua, larga y dolorosa. En absoluto. De modo que por una vez en que aparece una ocasión excelente -y posiblemente irrepetible- de meter a este país en la independencia tecnológica, y además a medio plazo, sin términos de cronología histórica, se deja perder. ¿Inexplicablemente? No: creo que la cosa tiene una perfecta explicación, luego la veremos.

En segundo lugar, la onerosidad de la operación. Al coste de la máquina, hay que añadir el de su sistema operativo y sus programas. Hispalinux lo calcula así: 60 euros por cada copia del sistema operativo (a precio rebajado); 50 euros por cada licencia de M$ Office para estudiantes. Sólo esto, ya costará 100 millones de euros anuales; además, hay que añadir el antivirus (imprescindible con esa mierda de sistema operativo), costará, aproximadamente, unos 25 euros (también anuales) y las licencias de otro programario que pudiera incluirse en los aparatos (que se incluirá algo más, claro). ¡Oh! Y… el marroncito -que se adjudica a las comunidades autónomas- de mantener en orden de marcha un sistema operativo que se cae cada dos por tres. Media autopista, nos va a costar esto a los catalanes, que lo sume Montilla al paquete de reclamaciones…

En tercer lugar, la existencia de alternativas libres, a un coste ínfimo, y sobradamente probadas y contrastadas en diversas comunidades autónomas (Extremadura, Andalucía y Valencia; además, en fase de implantación en Catalunya). La alternativa, por supuesto, se llama Linux. Y ahí lo indignante es por partida doble: en primer lugar, lo dicho, que existe una alternativa valida, mejor y más económica; en segundo lugar, que a ver qué va a pasar con las comunidades autónomas que ya están funcionando con el sistema operativo Linux. Por supuesto que podrán seguir utilizándolo y desdeñar Window$ y demás cagarela de Micro$oft pero, entretanto, el Estado –todos los españoles, incluyendo a los cuatro millones de parados y los que te rondaré mientras esta infamia se lleva a término- ya habrá pagado por esas licencias que van a ir a la basura. Aunque también hay un supuesto peor: que mediante presión política o económica o de cualquier otro tipo, desde el partido, obliguen a las comunidades autónomas socialistas (Extremadura y Andalucía; también a Catalunya, pero a la administración catalana ya le gustaría) a abandonar sus estructuras Linux.

En cuarto lugar, la pérdida de una gran oportunidad para el florecimiento de una industria nacional tecnológica autóctona incluso -o sobre todo- en los imprescindibles niveles de pequeña y mediana empresa, la gran beneficiaria, tanto por proveedora como por cliente, de las soluciones y los desarrollos basados en tecnologías de software libre. La dinámica que la implantación del software libre generalizado a nivel escolar podría reportar a nuestra industria sería inmensa. Pero no sólo en estos primeros momentos sino en un futuro a medio y largo plazo: que 2,6 millones de españoles se habituaran a trabajar con escritorios libres y que las nuevas generaciones se fueran incorporando, con la escolaridad, a ese conocimiento, abre unas vías inmensas, inimaginables. Vías de valor, vías de PIB.

Pues a la muerte de esas vías nos está condenando el socialismo ¿español? si esta noticia se confirma en los términos en que se ha divulgado.

Corrupción, corrupción, corrupción… ¿Qué es eso de la adjudicación directa, sin concurso, sin debate parlamentario, sin nada, de un paquete presupuestario tan enorme, ya por no hablar de las consecuencias ya apuntadas? ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué deudas le está pagando quién a quién y por qué? ¿A qué niveles? Es cierto que Micro$oft tiene que apostar fuerte, porque si pierde esa oportunidad, en diez o quince años -probablemente en menos y quizá en mucho menos- se podría despedir de España como mercado y ese sería el mal menor, porque lo más probable es que muchos otros países secundaran la iniciativa viendo lo que supone en competitividad y en desarrollo. Pero, aunque eso fuera así… ¿qué tipo de mierda de país bananero sería este, qué partido de mafiosos y de corruptos al más puro estilo Batista o Duvalier sería el que nos gobierna si una empresa pudiera imponerse por las buenas en algo tan enorme?

Toda la educación española encadenada a perpetuidad a una empresa norteamericana… ¿y los estudiantes se quejaban del plan de Bolonia, que, siendo importante, es una fruslería al lado de esto? ¿Qué tendría que pasar si esta noticia fuera cierta en toda su extensión? Sería, lo digo así de claro, como para lanzarle un órdago al entero sistema español, una impugnación global y radical. Otra cosa es lo que vaya a pasar realmente y en eso caben pocas esperanzas. Si la sociedad española está atocinada y desactivada así, en general, si permanece indiferente ante agresiones cuya naturaleza comprende y alcanza a diagnosticar y valorar… ¿qué cabe esperar de un país tecnoanalfabeto que necesitaría de muchísimas sacudidas -y de alta intensidad- solamente para llegar a percibir que hay muchísimo mundo más allá de Window$ y de Micro$oft?

Hay miles de botarates convencidos de cosas como que los catalanes vamos a acabar con España y ahí los tienes, fumándose tranquilamente un puro mientras el enemigo, el verdadero enemigo, está dentro.

¿Patrocinado por quién?

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Redes

De la serie: Correo ordinario

En una decisión digna de aplauso -al menos, yo la aplaudo con entusiasmo- Televisión Española ha situado el programa «Redes» a las nueve de la noche del domingo, sacándolo de la intempestiva hora de madrugada en que se hallaba anteriormente.

«Redes» es un programa de divulgación científica dirigido por Eduard Punset, un hombre con un curriculum curiosísimo, con una formación académica como jurista, primero, y economista, después, fue activista comunista, periodista económico, y ya, fenecido el invicto gallego, entró en política de la mano de la Unión de Centro Democrático; fue conseller de Economía y Finanzas de la Generalitat pre-estatutaria, ministro de Relaciones con las Comunidades Europeas (1981-1982), diputado en la primera legislatura del Parlament de Catalunya, diputado en el Congreso en 1982 y, finalmente, eurodiputado entre 1987 y 1994.

Pese a esta biografía muy poco científica, su popularidad actual y el cariño que le tributa el ciudadano de a pie le viene precisamente de este programa de divulgación científica, imagino que por la razón que a mí me encanta del mismo: ciencia, sí, pero con el hombre como eje; es decir, no intenta transmitir simplemente conocimiento científico de una manera asequible, sino que lo hace como hecho determinante del pasado, del presente y del futuro de la especie humana; de alguna manera, su programa es antropocéntrico. Y, por ello, concede también un lugar no secundario a áreas no empíricas del conocimiento: psicología, filosofía, sociología, etc.

Punset y «Redes» son una rara avis en el deprimente panorama televisivo español y una clara muestra de lo que podría ser la televisión pública liberada de la estúpida obligación de las cifras de audiencia.

Los botarates de la televisión basura debieran darse cuenta de la muchísima audiencia que puede llegar a tener la cultura bien hecha; lo que pasa es que esos merluzos siempre se despiertan tarde y cuando se dan cuenta de que tirada en horario de madrugada y en la cadena pobre tienen una joya, los creadores de la misma están ya quemados o muy cerca de la calcinación. Esto es lo que le pasó a un concurso que ganó una popularidad enorme sin necesidad de que la gente se fijara en las cifras del premio (que, además, creo recordar que no era muy importante): «El tiempo es oro». Es un concurso que hoy, con Internet en todas las casas -en todas las casas donde pudiera importar un concurso así, que llegaron a ser muchísimas-, ya sería impensable, pero que despertó pasiones pese a que su formato, mirado desde lejos, no iba más allá. Sin embargo, se le supo imprimir un ritmo y una variedad morfológica y temática que llegó a apasionar a millones de telespectadores. Llegó al prime time de la primera cadena, pero ya llegó con un equipo cansado y con todas las posibilidades agotadas. También pudiera ser que como a mucha gente le han explicado que «cultura» es lo que hacen el tal Ramoncín, Bisbal o Carlos Saura, claro, cuando oye la palabra fatídica cambia de canal y, dada la confusión, hay que reconocer que la actitud es comprensible.

El precedente de «Redes», su prehistoria, fueron los programas del entrañable y malogrado doctor Lluís Miravitlles, que se prolongaron durante algunos años con diversos títulos; el que yo recordaba -antes de mirar la Wikipedia- es «Visado para el futuro». La biografía de Miravitlles guarda una gran semejanza con la de Punset, es curioso. Con la única diferencia de su formación académica básica (la de Miravitlles sí era científica puesto que era farmacéutico), comparten el ámbito de la divulgación científica, de la política (y en el mismo partido, UCD) puesto que Miravitlles fue director general de Promoción del Turismo y también delegado de relaciones públicas del achuntamén y, curiosamente, una misma tipología de alimenticio chollete en el ámbito turístico, puesto que Punset forma parte del consejo de administración de la cadena Sol Melià y Miravitlles ocupó un puesto similar en la cadena -también hotelera- HUSA, el tinglado del amigo Gaspart, tan caro a esta bitácora. Ambos coinciden, además, en la docencia. Punset es profesor en ESADE y en el Instituto de Empresa (o sea que Enrique Dans tendrá, probablemente, el privilegio de tomarse de cuando en cuando un cafetito con él) y Miravitlles lo fue en la Universidad de Barcelona.

Hoy he disfrutado del programa mientras cenaba, no sin vencer las protestas de mis hijas, aspirantes a sintonizar no sé que tontería en no sé qué canal, aprovechando que mi santa me ha dejado mandar un ratito. Pero no he sido yo quien ha vencido: han sido Punset y «Redes». A los cinco minutos de programa, las chicas estaban ya enganchadas, con la mayor exclamando que ese tema (que trataba hoy en parte el programa: religión y ciencia) llevan tres meses tratándolo en clase de Filosofía (¡Alegráos, sí! ¡En el Bachillerato -incluso en las ramas científicas- todavía se enseña Filosofía! Supongo que es porque el ministro de Educación aún no se ha enterado). Punset, además, tiene la virtud de tratar las cosas sin que se enfade nadie: el programa de hoy hubieran podido verlo con una sonrisa beatífica y complaciente lo mismo Rouco Varela que Stephen Hawking (siempre que ambos hubiesen estado a mucha distancia uno del otro, claro).

A ver cuánto dura la alegría, pero yo, de momento, me prometo muy felices las cenas de los domingos a partir de ahora. Cabe felicitarse de que en un momento en que a los cuentistas, vendechifles, magufos y otros indeseables se les dan programas de televisión a barullo, la televisión pública, aunque sea en la cadena pobrecita (ya quisieran muchas tener esa digna pobreza) dedique un espacio en horario familiar a algo como «Redes». Pero tenemos que estar calladitos: que nadie en ámbitos del Gobierno -y menos aún en ministerios como el de Cultura- se enteren de que existen programas como este o como «El Conciertazo». Con lo que odian por allí la cultura -la de verdad- nos iban a durar menos que un pastel a la puerta de un colegio.

Mientras tanto, me quedo con una de las últimas frases del programa de hoy -una frase que define muy bien el espíritu del mismo- que ha pronunciado Benjamin Zander, director de la Orquesta Filarmónica de Boston, después de tirarse más de tres minutos de reloj televisivo hablando de música sin referirse, ni siquiera indirectamente, a la propiedad intelectual. ¿O sí? Vosotros mismos, he aquí lo que ha dicho: «El éxito no consiste en cuánto dinero tienes ni en cuánto poder acumulas, sino en cuántos ojos haces brillar a tu alrededor».

Amén.

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