De la serie: Los jueves, paella
Pues va a ser que sí, va a ser que hay paella para este jueves, 30 de abril, víspera de puente. Veremos cómo se menea la gente, aunque ya veréis cómo la tan cacareada crisis no impedirá a tirios y troyanos darse el homenaje reglamentario. Quizá hacemos bien: en un país donde todo el mundo, a todos los niveles, está funcionando a corto plazo, desde el Gobierno hasta el más desgraciado de los sin papeles (cuya simple existencia masiva ya define lo serio que es esto), esto de pensar en el futuro parece una perfecta gilipollez.
Seguiré insistiendo a mis hijas en que estudien todo lo que puedan y que se larguen lejos. Preferiblemente, a un país con cara y ojos. Y que no vuelvan: ya iremos nosotros a verlas (y así, de paso, respiramos un poco de aire limpio).
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Y ahí va la primera prueba de lo que digo: de absoluta vergüenza -por más que fuera perfectamente previsible (o estuviera perfectamente previsto)- el numerito de la visita a España de Sarkozy. Nunca he entendido -en estos tiempos y en un contexto europeo cada vez más absorbente- qué razón tienen estas visitas de Estado si no es el autobombo o el mutuobombo de sus protagonistas, pero, en fin, parece que durante mucho tiempo tendremos que vivir con ellas y pagar costosísimas movidas de seguridad y no menos gravosos festejos de altísimo standing a beneficio del cutre de turno que parece que no comió caliente hasta que pagó la ciudadanía.
Por lo que no deberíamos pasar -y hemos tragado como imbéciles que somos- es por el numerito de la Bruni y demás pandilla, que han aprovechado el acontecimiento para montar aquí un festival del glamour en plan Hollywood que supongo que debe tener encantados a los cuatro millones de la cola del INEM. Y esto lo digo con muy matizable sarcasmo: estoy seguro de que muchos, muchísimos, de los de la cola del INEM habrán sido agradecidos beneficiarios del show. Después de todo, nadie pone en venta lo que no se vende y si había una nube ingente de fotógrafos y cámaras de los medios de la estupidez de papel couché y de fin de semana por la noche, es porque hay millones de gilipollas que compran ese papel o militan en la audiencia de lo del fin de semana.
El valor político de la cuestión, por más que los editorialistas hayan echado las campanas al vuelo es nulo. Las políticas mutuas ya no se hacen hoy en estos encuentros: las políticas mutuas -y no sólo las bilaterales, por cierto- se realizan en los consejos de ministros y en las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, y esto por no hablar del día a día de la Comisión y del Consejo. Porque… ¿qué ha habido de sustantivo en la visita de Sarkozy? Lo de que el AVE llegará a Lyon en 2012 (cosa que yo sólo me creeré cuando la vea y no sé si incluso viéndola levantaré una ceja de incredulidad) y que los procedimientos, acuerdos y protocolos establecidos para la lucha conjunta contra ETA se extenderá al terrorismo islamista. Muy bien: ¿y pretenden que me crea que ambas cosas las decidieron -siquiera las remataron- entre el lunes y el martes en Madrid? A otro perro con ese hueso.
Por lo demás, exhibiciones de modelitos ridículas, cuando no denigrantes: ahí tienes la foto de los culos de la Bruni y de la princesita redondeados por faldas milimétricamente ajustadas por modistos especializados en sacar de donde no hay, por lo menos en el caso de nuestra miss borbónica, cuyo tipo, altamente sospechoso de hacer el indio con la alimentación, y tú ya me entiendes, no parece especialmente adecuado para sugerir alegrías eróticas. Tampoco, dicho sea de paso, me parece que con la Bruni haya para tanto: yo sigo pidiendo a mis amables lectores el enlace a una foto bien definida del culo de doña Carla, a ver si veo por alguna parte ese prodigio que la parece haber hecho dueña de Europa. Por cierto: no soy ducho en protocolo, pero me parece que en todos los países europeos el jefe del Estado precede a toda su comitiva, incluyendo a su mujer; pues bien, me di cuenta, viendo un telediario mientras cenaba, que al llegar a Madrid, la primera que salió del avión fue la Carla. Todo un síntoma. Mis neuronas se resisten denodadamente al ejercicio de imaginación que me lleva a figurarme a madame De Gaulle precediendo a su marido en un acto oficial: es una imagen imposible, hasta el punto de que se resiste a la fantasía más excitada. Pues ahí tienes a la Bruni: sobradísima y con dos cojones (¿?) saliendo del avión la primera. Lo dicho: todo un signo de quién manda.
¿Qué han hecho, en definitiva, monsieur y madame Bruni en su estancia en España? Trabajar, lo que se dice trabajar, poco. Lucir palmito, sobre todo la madame, todo el que quieras: ora con la princesita, ora con la reina madre y abuela, ora con la cantante señora de Zapatero. Abrazos y besos. Besos y fotos. Y nosotros ahí, mirando como tontos.
Si es que nos lo tenemos bien merecido…
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Yo no quisiera hacer bromas o minimizar algo que, según como, podría llegar a ser gravísimo, quizá trágico, pero, la verdad, las autoridades sanitarias, tanto las de aquí (doña Trini) como las de allá (la OMS, organización mundial de las farmacéuticas) tienen tan poca credibilidad que nunca sabe uno a qué carta quedarse.
Este fin de semana pasado nos desayunábamos, así de sopetón, con la gripe porcina. El viernes, ningún ciudadano común había oído hablar en su puta vida de esa enfermedad y hoy estamos todos, incluso el más analfabeto, a veinticuatro horas de dibujar a mano alzada el mapa genético del virus en cuestión.
¿Y qué ha ocurrido? Bueno, hasta hoy, en México podrían haber muerto centenar y medio de personas por causa de la cosa esta; el Gobierno mexicano sólo reconoce siete, pero de eso hablaré después (y mal, como podéis figuraros). En España hay veintitantas personas presuntamente pringadas con la cosa, pero sólo en tres o cuatro casos -a la hora de escribir estas líneas- la enfermedad en cuestión ha sido diagnosticada en firme, los otros son solamente sospechosos, pese a lo cual se les está tratando como si la hubieran contraído; nada que objetar a ello, al contrario. Lo cierto, por otra parte, es que los afectados europeos y americanos evolucionan tan ricamente y ya he leído por ahí que se trata más de una enfermedad extremadamente contagiosa pero no excesivamente grave, si no hay terceras complicaciones.
Pero es inevitable hacer un poco de retrospectiva. Recordemos que en los últimos años nos han amenazado dos males presuntamente apocalípticos, capaces cada uno por sí solo -según parecían querer decir- de exterminar a la entera Humanidad: el mal de las «vacas locas» (prefiero escribir este vulgarismo antes que el nombre correcto de la enfermedad, porque para eso hace falta un teclado especial) y la gripe aviar. Sonaron todos los timbres de alarma, la población fue presa de la ansiedad, una ministra de Sanidad, toda ella rigor y sabiduría, recomendando que al caldo le echáramos hueso de jamón y no de ternera y, en fin, toda una serie de muy acabadas medidas profilácticas para evitar ser víctimas de males tan tremendos que debieron funcionar porque… no hubo nada.
De todas las amenazas tremebundas de pestes mortíferas, que parecía esto el Apocalispis con ángel exterminador y todo, sólo resultaron ser ciertas dos: una, detectada a toro pasado, la del presunto aceite desnaturalizado, el famoso caso de la colza (que yo no me he tragado nunca como simple intoxicación alimentaria, así baile jotas el pleno del Tribunal Supremo), el ilustrísimo bichito que si se cae se mata (ministro Sancho Rof dixit para pública vergüenza y escarnio), que tuvo efectos dramáticos y brutales, desde luego, pero que fue de extensión muy limitada; otra, esa sí, seria, real, tremenda, la del SIDA, que ya conocemos y que sabemos que puede evitarse con medidas preventivas, algunas de ellas antipapistas, pero qué le vamos a hacer, quien algo quiere algo le cuesta, pandemia que, por lo demás, manteniendo su gravedad, ya no es mortal en los países desarrollados, donde hay pasta para tratar a sus ciudadanos, y devasta naciones enteras que no pueden generarles beneficios enormes a las farmacéuticas, pero los pobres que se jodan, que para eso están.
Confieso que con la gripe aviar llegaron a meterme miedo, no nos vamos a engañar a estas alturas de la película; recordemos que, además, se habló de escasez de vacunas, seguramente para aumentar el precio del específico y la cotización en bolsa de los laboratorios que lo producían. Luego supimos -aunque nos lo dijeron con la boca pequeña- que lo de la gripe aviar sí que era verdad, sí que estaba ahí, pero que no era tan peligrosa -en tanto que pandemia- como nos decían, porque de lo que se trataba era de meterles palos en la rueda a chinos y vietnamitas para que no dieran tanta caña competitiva a occidente. Será verdad o no, no puedo saberlo: lo que sí sé es que podría perfectamente serlo. No suelo ser conspiranoico, generalmente, pero soy crónicamente hijoputanoico, o sea, veo constantemente hijos de la gran puta por todas partes; debidamente consultado el problema con el facultativo de rigor, la respuesta fue que lo mío no es una enfermedad mental sino un puro ejercicio de hiperrealismo que sólo tiene una cura, ya sabéis, la ametralladora y el campanario pero, mecachis, está prohibida por el código penal. Lo digo porque, claro, mi hijoputanoia me lleva a pensar que cualquier bestialidad que un cabrón con pasta pueda concebir para hacerse más rico de lo que ya es, no es sólo posible sino también previsible.
Por lo demás, todo el problema parece proceder de México. México es un estado absolutamente corrupto. No pretendo con ello ofender a sus ciudadanos, que bastante tienen con lo que llevan y que, además, son más víctimas que protagonistas de tal estado de cosas. Pero sabemos que es un país absolutamente desordenado, en el que el caos administrativo al que ha llevado una corrupción crónica y extendida al cien por cien de sus estructuras oficiales es enorme, hasta el colapso mismo, que una parte del país está materialmente en manos de un grupo guerrillero -o de más de uno, averigua- y que algunos estados están a su vez, y en todos los órdenes, controlados por narcotraficantes, sin otra ley que la que ellos mismos imponen. Se registran constantemente matanzas masivas, secuestros exprés (y de los que no son exprés) a diario, los sicarios campan a sus anchas y, en fin, el salvaje oeste de las pelis es una especie de orden y armonía suiza en comparación con el México actual. En este estado de cosas, no debe sorprender que algunos fenómenos indeseables adquieran volumen e intensidad absolutamente inéditos e imposibles en países más ordenados. Hay un centenar y medio de muertos, pero habría que ver si esos enfermos fueron correctamente tratados antes de morir o si fueron víctimas de cosas como medicamentos adulterados -o inexistentes- o, simplemente, no fueron asistidos por no pagarle la mordida al inevitable funcionario interpuesto. En ciertas condiciones, muchas enfermedades que calificamos como «comunes», podrían causar estragos. Y me huelo que estamos ante uno de esos casos.
En fin: esperemos que no sea nada; esperemos que sea una boutade más de la OMS, una ocasión aprovechada por funcionarios corruptos (pero en este caso, a lo fino, al estilo de las oficinas de patentes) para sacarle más presupuesto a la casa madre y mantener el tinglado abierto y el sillón ocupado más tiempo. Y, puestos a esperar, esperemos que tenga yo razón, que los efectos en México hayan sido exagerados por el estado de corrupción generalizada de aquel desgraciado país y que alguien, dentro o fuera del mismo, a consecuencia del susto, se decida a atacar de frente esa problemática, a poner orden en aquel lío y que México vuelva a ser la nación hiapanoamericana preeminente que nunca debió dejar de ser.
Preeminente y simpática, qué coño.
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Hoy me voy a dar el gustazo de hablar bien de algo que hay en Barcelona. Voy a hablar de los halcones.
En Barcelona se ha conseguido, no sin cierto esfuerzo, que haya una población estable de parejas de halcones. Están ubicadas en las laderas de Montjuïc, en una de las torres de la Sagrada Familia y en una instalación industrial histórica en las proximidades del Besòs. Los de la Sagrada Familia se han convertido en los más mediáticos gracias a una cámara instalada en su nido, que los muestra en directo. En estos momentos hay cuatro polluelos, nacidos hace dos o tres semanas, que justamente ayer fueron anillados por los ornitólogos. Los niños barceloneses están encantados con los animalitos gracias a esta cámara, que ha conseguido que el servidor se venga abajo varias veces.
Para un aficionado a la aeronáutica, las aves rapaces son una delicia. Confieso que mis favoritos son los buitres, a los que creo los mejores pilotos, capaces de volar durante horas consumiendo un mínimo de energía gracias a su habilidad en el vuelo a vela: son pura eficiencia. Tienen mala imagen por ser necrófagos -aunque cuando el hambre aprieta, sacan a relucir las malas pulgas y se vuelven depredadores-, pero yo me pasaría horas viéndolos volar. Les siguen en mis preferencias el águila y el halcón. Conocí hace años una colonia de águilas en el pantano de las Torcas, embalse del río Huerva, cerca de Tosos y Aguilón, en tierras de Cariñena, Zaragoza, de las cuales no tengo buenas fotos porque me falta un teleobjetivo en condiciones (un día habré de tomar una decisión y hacer un gasto), pero que me han proporcionado horas de placer. Espero que sigan allí prósperamente.
El águila es también un excelente piloto, se acerca al buitre en su capacidad de vuelo eficiente y en el aprovechamiento de las corrientes aéreas, pero es un piloto de combate especializado en ataque a tierra: localizada la presa, cae sobre ella en picado. Es un animal grande, con una envergadura importante, y puede hacerse con presas de tamaño verdaderamente considerable. Todos recordamos las escenas del llorado Rodríguez de la Fuente con aquella águila cayendo sobre un muflón y llevándoselo con un esfuerzo en vuelo que a mí me recordó lo que debió pasarle al Fieseler Fi-156 Storch que tuvo que cargar con Mussolini -un verdadero botijo- y con Otto Skorzeny -un individuo corpulentísimo, un auténtico armario- y volar -motor a tope, piloto sudando frío- rasando las tremendas laderas del Gran Sasso y de los Abruzzos (muy cerca de donde hubo el terremoto hace un par de semanas).
El halcón, en cambio, es un piloto de caza: poco económico, pero rápido como el rayo, es como una bala y letal. En cierta ocasión presencié una escena de caza a cargo de un halcón -por pura casualidad: de otro modo, sólo muchísimas decenas de horas de paciencia te permiten un espectáculo así, espontáneo, no preparado- precisamente en la Sagrada Familia. Bajaba por la avenida de Gaudí y mi vista -siempre atenta a lo que vuela- se fijó en una paloma que estaba planeando tranquilamente; de pronto, pareció explotar, y de la nube de plumas salió un bulto arrastrado por una especie de bala de alas batientes. Vi al halcón irse con su presa, pero no lo vi llegar; la paloma tampoco y lo pagó con la vida.
Este mes de enero, inmediatamente después de fiestas, aprovechando que alargué un par de días las vacaciones para quemar los moscosos que me quedaban -si no, se pierden- fui a hacer un poco de spotting al aeropuerto barcelonés (LEBL) y allí encontré al halconero y a cinco de sus preciosidades. Como no tienen trabajo hasta la primavera -ahora estarán a tope- durante el invierno hay que sacarlos a hacer ejercicio. Y allí estaban, a la orden de la traílla, haciendo unos vuelos estupendos y rapidísimos -son verdaderas saetas, virotes de ballesta- para ser premiados con el desayuno: una pechuguita de paloma, para reponer energías. Pasé unos minutos fantásticos que me costará olvidar.
Todo el asco que me dan las palomas -y me empiezan a cabrear también las gaviotas urbanícolas- me lo devuelven en admiración y alegría los halcones. Si unos pájaros tan magníficos y delicados son capaces de vivir aquí, quiere decir que esta ciudad aún tiene esperanza.
¡Buena caza!
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Cierro esta paella en este jueves que, a su vez, cierra abril. Mañana es 1 de mayo, una fiesta cuya desnaturalización y subsiguiente abandono por parte de quienes más la celebraron cuando valía la pena hacerlo, hace que ya no valga la pena ni hablar de ella. El próximo jueves será 7 de mayo, una fecha normal y corriente en la que el arroz estará aquí, puntual a su cita.
Os recuerdo el asunto de seleccionar artículos -no de paella, ojo- para el libro del quinto aniversario. A fecha de hoy, sólo he recibido dos sugerencias. No hace falta que esperéis a tener todos los artículos seleccionados, podéis ir haciéndomelos llegar a medida que los vayáis decidiendo y así yo iré adelantando trabajo. Recordad que no tenéis límite en vuestra selecciones, podéis indicarme todos los que queráis y podéis hacerlo en los comentarios de cualquier post, no hace falta que busquéis la entrada de la convocatoria (que, a estas alturas, ya debe tener desactivados los comentarios, que sólo están abiertos durante diez días).
Que tengáis un buen y largo fin de semana y conducidme con cuidado si salís por carretera; ojo, especialmente, los moteros que vayáis a Jerez, no os metáis cosas raras en el cuerpo si hay manillar. El lunes os quiero tener a todos aquí fichando puntualmente en «El Incordio».
Hasta entonces.
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Recuerda seleccionar tus artículos favoritos de «El Incordio» para el libro del 5º aniversario