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Il dígito qüí, Santitá

De la serie Me parto el culo

Ayer, a máximo bombo y platillo, el Papa católico inauguró su usuario de Twitter emitiendo su primer mensajillo, eso que llamamos tuit. Y allí lo tenías, en el telediario, como un pobre ancianito desorientado que no sabe qué hacer, mientras uno de los figurones de su séquito debía decirle -los gestos eran inconfundibles- lo del macarrónico título de este post: «el dedo aquí, Santidad, ahora toque sobre ese dibujito; eeeeeso es ¿ve qué bien?». Si pillas a un abuelete de hogar de jubilados, la escena sería exactamente la misma, pero con boina y pantalón de tergal de mercadillo, en vez de solideo y sotana.

Ridiculo. Nada hay más ridículo -ni más patético cuando el personaje tiene una cierta altura intelectual- que ver a alguien intentando manejar penosamente una tecnología en la que no cree y cuyo funcionamiento ignora, solamente porque los grandes tiburones de su corporación responsables de la imagen y de la propaganda le han dicho que ésa es la cuestión y que hay que estar ahí. A mí me recordó el numerito aquel tan divertido de Emilio Botín mascullando en inglés.

Y claro, como si algo le sobra a la corporación son fanboys, ya antes de empezar con la cosa tenía seiscientos mil seguidores. ¿Algo más patético? Pues sí: ahora se trata de comprobar -casi en plan competición- si llegará a tener más followers que Justin Bieber, ya ves tú… Y aún los hay que lamentan que no esté ya el otro, el Wojtyla: con él -lamentan-, que tanto predicamento tenía entre los jóvenes, hacerse cincuenta millones de seguidores tuiteros hubiera sido coser y cantar. Este de ahora, coño, es un tío muy escribidor y muy leído, pero para eso de los chavales, las guitarras y el kumbayá parece que no tira mucho.

Naturalmente todos, menos el sector más ciego y forofo de su tropa, estamos al cabo de la calle de que el pontífice en cuestión no escribirá nada, que eso estará a cargo de un grupito -o grupazo- de community managers más o menos ensotanados y procedentes del jesuitismo, del dominiquismo o de tropa parecida.

¿Por qué no empezar por ahí en vez de hacer el tonto? ¿Por qué no decir claramente que esto lo van a llevar unos especialistas, que ese usuario de Twitter responde a los portavoces oficiales y autorizados del Vaticano, cosa que le conferiría igual o, incluso, superior interés? ¿Por qué esa comedia -que sólo se van a creer cuatro tarados que no ven más allá de sus narices- de implicar personalmente al Papa, cuando está más que claro -porque se vio más allá de toda duda- que no se entera del invento?

En fin, ya se ha dicho siempre que la línea que separa lo sublime de lo ridículo es extraordinariamente fina.

Acabamos de comprobarlo.

La marca del indepe

De la serie: Me parto el culo

Igual sí, igual sí que acabaremos llegando a esto.

Visto en Twitter vía @papapeps y @vfmBOFH

Miss Oppressed Nation en pelotas

De la serie: Me parto el culo

No, pese al título, que nadie se alarme: no voy a hacer demagogia barata sobre los últimos acontecimientos a cuenta del cutre episodio sobre el que me voy a explayar. Pero, a titulo de puro, simple y políticamente albo y no beligerante animus iocandi, dejadme que me descojone, joder, que la cosa no es para menos.

Resulta que existe -y desde hace siete años, nada menos- un concurso agropecuario en materia de especie humana que incide sobre las bondades de la raza, de la raza cataláunica, para más señas, cuyo vigente ejemplar ganador, según el último campeonato de la cosa, se explaya en unas declaraciones que aparecen en «La Vanguardia». Dejémonos de políticas, oye, que lo que dice la pava esta es intrínsecamente hilarante… o de vergüenza ajena, según se mire. Empecemos.

La dama en cuestión se llama Jéssica (sic, en el medio citado) Oliveras. Y es eso, no es coña: Miss Nació Catalana, no cuelgues. No Miss Catalunya, no: Miss Nació Catalana.

Empieza con el tópico: «Representar a una tierra a la que quiero tanto como Catalunya es una responsabilidad muy grande y un orgullo; haré lo posible para mejorar día a día». Bien, no sin alabar el propósito de innovación que caracteriza a todo buen emprendedor (y más si es catalán, of course) y que parece deducirse de lo de mejorar cada día (aunque no explique en qué, pero es igual, si la intención es pura…), experimento una cierta inquietud, porque mis representantes, elecciones de ayer aparte, habían sido fijados hasta ahora, de acuerdo con lo políticamente correcto, en el RACC y el Barça. ¿Ahora también la Miss Nació Catalana esta?

Pero, espera, que sigue. La chica es un poco desafortunada con sus expresiones porque, en otro ámbito no tendrían mayor importancia, pero en este, no sé, chirrían un poco: «Quería demostrar al jurado que tenía habilidades comunicativas y una gran capacidad para los idiomas, por esta razón, hice parte del discurso final en francés y en inglés y creo que eso sedujo al jurado». En una misma frase, y en el contexto de un concurso de cosas de estas, decir que habló en francés y que, con ello, sedujo al jurado, es un poco imprudente. Aunque lo de la seducción cabe tenerlo por probado, claro, utilizando estos recursos lingüísticos…

Otra perla que se comenta sola y por eso me limito a reproducirla sin añadir ni una coma más: «Salir en Interviú ha sido una buena oportunidad para mí, creo que es una publicación con mucho prestigio y tomé esa decisión para exaltar la belleza femenina catalana, pero también su inteligencia y los rasgos culturales catalanes». He dicho que no iba a comentar nada, pero no puedo evitarlo: ardo en deseos de pillar el «Interviú» en cuestión pero ¡ojo! no para ver tías en bolas sino para constatar «la inteligencia y los rasgos culturales catalanes». Hay que joderse…

El siguiente paso parece ser la concurrencia al certamen Miss América Latina. Bueno, los catalanes, latinos, lo somos, pero ¿americanos también?

Después de la señora esta, aparece un señor que dice ser y llamarse Alberto Márquez. Parece que el tal Márquez es el organizador, dueño o de cualquier otro modo factótum del tinglado, y tampoco se queda corto: «No somos ningún certamen político, es simplemente un certamen de belleza que representa la ilusión del pueblo catalán». Nada menos, tú…

Pero volvemos a nuestra buena Jéssica (sic) de la que el reportero hace el siguiente comentario como cierre: «Oliveras dibuja ahora su futuro como modelo en un año de mandato que espera disfrutar de la misma manera que lo hacía cuando era pequeña y se probaba los tacones de su madre para imitar por el pasillo de casa a su idolatrada Judit Mascó». Todas las niñas pequeñas han jugado alguna vez a ponerse los zapatos de tacón de mamá para emular a un determinado personaje o un modelo sin personalización concreta -obvia y generalmente femenino- que suscita la admiración de la chiquilla en cuestión. Mis propias hijas, sin ir más lejos. En eso, Jéssica (sic), ha sido una niña completamente normal, como tantos otros miles.

Eso sí: las mías y muchos otros miles de niñas, han aprendido a leer y a escribir, han estudiado mucho o poco, algo, trabajan en algo útil, y, entre estudios y experiencia, saben que la inteligencia y los rasgos culturales catalanes están en muchos sitios y en muchas cosas, pero no en el culo más o menos redondo de una señora.

En eso creo que Oriol Junqueras y yo incluso podríamos llegar a coincidir.

Su Chistosa

De la serie: Me parto el culo

A buenas horas me va a preocupar a mí la horterada esa del festival de Eurovisión, una cosa que, en mis tiempos, estaba bien para adolescentes granujientos de quince o diecisiete años, pero que, en los actuales, el cociente intelectual y la madurez de un crío de ocho años dejan muy atrás a esa cuchipanda ridícula.

Pero, claro, hay cosas que te hacen torcer el gesto. Como esto que leo de que alguna prensa británica («The Guardian», parece) se ha metido con el vestido de la participante española y con su presunta cara de estreñida. Me parecen más racionales, en cambio, las alusiones de Italia a la metedura de pata, ciertamente épica, de la señora en cuestión cuando afirmó (y, ojo, que yo me lo creo) que los directivos de RTVE le pidieron que no ganara porque no hay pasta para celebrar aquí el bodrio ese.

Yo, la verdad, el vestido en cuestión, ni fu ni fa, no me parece nada del otro jueves. Hasta me atrevería a decir que es incluso demasiado elegante para lo que merece la ocasión; en todo caso -y por la simple foto de EFE que reproduce «La Vanguardia»- no me parece, en absoluto, tan espantoso. Y en cuanto a la cara de la señora en cuestión, pues ídem, me parece una cara clásica de morenaza española, incluso un punto atractiva, la verdad (y para mi gusto, por supuesto). Claro que doña Pastora carece de incisivos equinos que es, al parecer, el estándar anglosajón de belleza femenina. Por ese lado, se entiende la cosa.

Por lo demás, lo que sí es elegante es el atuendo habitual de Su Chistosa Majestad Británica, que tumba de espaldas de tanto buen gusto y discreción -esos colores pastelito, esos bolsos portapensiones de jubilación, esos graciosos sombreritos tan coquetones, de formas y tamaños tan sutiles y nada esperpénticos que me lleva la dama- y de la que deberían tomar nota, ellos sí, los clientes de Bankia: para montar números bufos a la puerta de sus sucursales.

De la reina Sofía podrán decirse muchas cosas -que ya se dicen- pero es de justicia reconocer que, al menos, no nos hace pasar vergüenza ajena cuando va por el mundo.

Así que lo mejor que podría hacer «The Guardian» es meterse las máquinas en el culo.

La canción del verano

De la serie: Me parto el culo

¿Os acordáis? Pues no sé por qué 😉 pero, según ruedan las cosas, me parece que va a volver a estar de moda: